Doctor en filosofía. Catedrático del Departamento de Filosofía de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas. Autor del libro La escuela sin Dios. Apuntes para una historia de la educación laica (2014)
El régimen de Bukele ha colocado en el corazón de su discurso político el lenguaje de la infamia y de la patanería, de forma que personas con auténtica honradez notoria e instituciones con trayectoria intelectual reconocida nacional, regional y mundialmente, como la UCA, son señaladas, acusadas y acosadas sin fundamento; se ensañan con la UCA porque ha sido históricamente, y lo seguirá siendo, faro de luz, verdad y aliento de esperanza.
Por Julián González*
El ejercicio de la política requiere forma y fondo. Lo primero implica seguir normas y procedimientos, supone el respeto y el reconocimiento de la dignidad de cualquier ciudadano, independientemente de la profesión que ejerza, la fe religiosa que profese o la ideología política que manifieste; hace referencia también a lo que el lenguaje escolar del siglo XIX llamaba “urbanidad”, “decoro”, “buenas maneras”. Lo segundo, el fondo, hace referencia a trabajar sustancialmente por el bienestar de la mayoría, a gobernar con entereza para superar los males estructurales de un país.
Los diputados de Casa Presidencial no conocen ni de forma ni de fondo. En algunos momentos de la comparecencia, mientras el rector de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA), Andreu Oliva, explicaba, con documentos en mano, cómo la universidad había ejecutado los proyectos, en conjunto con el Ministerio de Educación, algunos parecían más concentrados en sus teléfonos celulares. Mal de toda una generación, o de un país, dirán algunos. Pero si se ha de tomar en serio esa comisión legislativa (que investiga fondos destinados a ONG), los diputados y las diputadas debieron estar atentos, en todo momento, de la explicación de cómo se implementaron dichos proyectos.
En cualquier caso, nada justifica la artimaña calculada de insistir en afirmaciones erróneas, tendenciosas y malintencionadas. La situación se tornó al revés: el rector de la UCA parecía un político honrado y capaz rindiendo cuentas cabales a todo un país de cómo la universidad había trabajado en conjunto con el Ministerio de Educación por elevar la calidad de la educación nacional, mientras los diputados a complacencia de Casa Presidencial vociferaban con bajeza y mala intención.
Ni siquiera el recordatorio, de parte del rector de la UCA hacia Caleb Navarro, de su honorabilidad en calidad de diputado, le hizo caer en la cuenta a este de su falta a la verdad y al derecho ciudadano de estar bien y debidamente informado. Acaso será por aquella frase popular que dice que no se le pueden pedir peras al olmo.
El régimen de Bukele ha colocado en el corazón de su discurso político el lenguaje de la infamia y de la patanería, de forma que personas con auténtica honradez notoria e instituciones con trayectoria intelectual reconocida nacional, regional y mundialmente, como la UCA, son señaladas, acusadas y acosadas sin fundamento; se ensañan con la UCA porque ha sido históricamente, y lo seguirá siendo, faro de luz, verdad y aliento de esperanza.
Doctor en filosofía. Catedrático del Departamento de Filosofía de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas. Autor del libro La escuela sin Dios. Apuntes para una historia de la educación laica (2014)