Opinión

Almudena Grandes, una escritora para los aires difíciles

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Dany G. Díaz Mejía

Hondureño, licenciado en ciencias políticas por la universidad de John Carroll, máster en políticas públicas por la universidad de Carnegie Mellon (EE. UU.), y consultor en temas de evidencia en políticas públicas en Honduras, Guatemala y El Salvador. Facilitador de talleres de liderazgo para jóvenes en América Latina. Apasionado de la libertad de expresión en Centroamérica. Autor de La Quebrada. Correo electrónico: ddiazmejia@alumni.cmu.edu

En muchas ocasiones he sentido que mis palabras no han estado a la altura de lo mucho que significaron esos momentos en los que habría deseado sentir más y pensar menos. Quizás por eso siempre vuelvo a la literatura y a la obra de Almudena, para tener noticias de mi vida mientras busco en la oscuridad por esas palabras.  

Por Dany G. Díaz Mejía

Almudena Grandes fue un regalo del Ojo Crítico, mi podcast favorito, en el 2015. En ese entonces tenía un trabajo que empezaba a aburrirme y la radio me ayudaba a sobrellevar las partes repetitivas de mi día. Almudena tenía una voz imponente que te enganchaba de inmediato. En mi diario apunté frases que dijo en esa entrevista como que «la felicidad es una manera de resistir». 

Sus libros no estaban disponibles donde vivía, así que empecé a buscar rastros de su voz en YouTube. En sus conferencias hablaba de los temas que la obsesionaban, como la memoria histórica, los resistentes que lucharon contra el franquismo, ahora injustamente olvidados, o el poder de la literatura. En esta charla con Elena Poniatowska, le dice al público que cuando un libro conecta con vos, sentís que te está contando tu propia vida, lo cual ha sido mi experiencia con la literatura, que tantas veces me ha salvado.  

Cuando por fin pude leerla, yo ya era su fan absoluto. Aun así, me parecía tan desmesurado que se hubiese comprometido a escribir seis novelas históricas que contarían 40 años de la vida de España. Pero antes de morir logró publicar cinco de esas seis novelas, las cuales forman parte de una serie que llamó Episodios de una guerra interminable. 

 Yo devoré esas novelas como palabras urgentes. Lo primero que sentía al terminar uno de sus libros era una pena por saber que jamás escribiría como Almudena Grandes, seguido por el agradecimiento de que ella existiera y que desde tan lejos, sin conocerme, me contara partes de mi vida. Es decir, aunque en un nivel Almudena cuenta la historia de su país, en otro nivel cuenta por qué la gente se arriesga en medio de un gobierno autoritario, la necesidad de no quedarte callado, y cómo la historia puede ser contada desde abajo.  

 En el 2018 visité España. Primero para ver a mi madre que como tantas personas en Centroamérica tuvo que migrar cuando yo era adolescente, y segundo para participar en un programa de escritura. Pero desde que llegué me planteé comprar la última novela de Almudena en ese momento y lograr que me lo firmara. Así terminé en un pequeño pueblo de Valencia donde la gente la abrazaba como si la conociera de toda la vida, con un profundo agradecimiento. Una señora en la fila para entrar me dijo que Almudena había escrito las historias que su abuela le había contado tantas veces y que por eso se conmovía tanto.

 Después de hablar de su novela, fui el primero en levantar la mano. Le conté que era de Honduras y que, como en la familia alcohólica de mi infancia, sentía que como país no nos gustaba hablar del pasado. Así que le pregunté por qué era tan importante hurgar en esas historias que nos incomodan y que incluso pueden llegar a avergonzarnos. Lo primero que me dijo fue que ella quería mucho a Centroamérica, luego, que la única manera de saber a quién quieres parecerte es saber de dónde has venido, que por eso hay que hablar de nuestra historia, aun de las partes que nos avergüenzan. 

 Yo creo que la vida y la obra de Almudena tiene mucho que contarnos en Centroamérica. Ella decía que para asumir que uno en un país donde pasan cosas miserables, hace falta ser muy valiente, y es la única manera de hablar con honestidad de en qué países queremos vivir. 

 Por eso me gustó tanto el trabajo No fue el fuego de Agencia Ocote en Guatemala (Premio Gabo 2022), porque rescata el caso del incendio del Hogar Seguro Virgen de la Asunción, que dejó 41 niñas muertas y 15 sobrevivientes en el 2017. En Honduras también tendremos que hablar de los episodios oscuros de nuestra historia, de cómo expulsamos a 300 mil salvadoreños de forma violenta de nuestro país en 1969, de cómo nuestros gobiernos recientes han apoyado la dictadura criminal de Daniel Ortega en Nicaragua, y más.

 El 27 de noviembre se cumplió un año desde que murió la escritora Almudena Grandes, y aun no encuentro las palabras para decir lo que su pérdida significó para mí. No es la primera vez que me pasa. Cuando mi padre murió, tardé más de dos años en procesar lo que me estaba pasando. Quizás soy así, un hombre al que le cuesta entender qué está sintiendo, incapaz de una sentencia fulminante sobre el momento que lo atraviesa.

En muchas ocasiones he sentido que mis palabras no han estado a la altura de lo mucho que significaron esos momentos en los que habría deseado sentir más y pensar menos. Quizás por eso siempre vuelvo a la literatura y a la obra de Almudena, para tener noticias de mi vida mientras busco en la oscuridad por esas palabras.  

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Dany G. Díaz Mejía

Hondureño, licenciado en ciencias políticas por la universidad de John Carroll, máster en políticas públicas por la universidad de Carnegie Mellon (EE. UU.), y consultor en temas de evidencia en políticas públicas en Honduras, Guatemala y El Salvador. Facilitador de talleres de liderazgo para jóvenes en América Latina. Apasionado de la libertad de expresión en Centroamérica. Autor de La Quebrada. Correo electrónico: ddiazmejia@alumni.cmu.edu

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