Género

Las mujeres migrantes en Costa Rica a menudo son discriminadas en el sistema de salud

El sistema de salud costarricense atiende y desatiende entre grandes contradicciones la salud de las mujeres migrantes. Por un lado, la discriminación y, por otro, un servicio de calidad, muestran las dos caras del sistema. Encontrarse con una u otra depende de la profesionalidad y la buena voluntad de las personas que atienden. ACNUR juega un papel clave para facilitar el acceso al seguro social, gracias a un convenio con el gobierno tico. Pero no siempre las mujeres reciben la atención que merecen. La alternativa de atención privada suele ser inalcanzable.

Por Cristopher Mendoza

Junio 19, 2023

Desde abril de 2018, Costa Rica ha recibido a una cantidad de población nicaragüense como nunca antes en la historia. La Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) ha informado de que, al menos, 200 000 personas se vieron obligadas a huir de Nicaragua por motivos de persecución estatal, ente otras violaciones a sus derechos humanos. La Agencia estima que unas 150 000 personas de origen nicaragüense se han establecido en Costa Rica.  

¿Yo, embarazada?

Eva Luz llegó a Costa Rica en 2020. Las condiciones de violencia estatal en su natal Rivas (Nicaragua) superaron los niveles de tolerancia. Con la represión subiendo de tono y tras observar cómo una a una sus amistades y contactos que le proveían trabajo e ingresos se iban del país, decidió también empacar sus maletas y viajar hacia el sur.

Pero a su llegada a Costa Rica, Eva tenía otra preocupación. Su cuerpo empezó a comportarse de una manera muy particular. Dolores de espalda, mareos, adormecimientos de piernas y brazos, inflamación de los pies. El crecimiento de su barriga podría ser indicador de un embarazo. Incluso, relata Eva que sus amistades la observaban con sorpresa hasta preguntarle en distintos momentos sobre su supuesto embarazo, del tiempo de gestación y hasta del “afortunado padre”. Pero Eva con tristeza cuenta su secreto.

“Mi útero está lleno de unos miomas que podríamos decir que tengo un embarazo de seis meses. Uno está muy muy grande. Los doctores, aquí me hablan de tumor. Cuando me dijeron la palabra, a mí me dio miedo. Lo asocio directamente con el cáncer”. 

Eva Luz se las ingenia para vender comida por encargo entre sus amistades, aunque apenas le ajusta para cubrir los gastos básicos, porque, mientras en Nicaragua una consulta médica promedia los 25 dólares (10,700 colones), en Costa Rica ronda los 25,000 colones (U$46.7 dólares). Con los elevados costos, Eva no ve la posibilidad de acceder a un servicio privado de salud de calidad.  Relata que, en su condición de solicitante de refugio, también ha intentado sin éxito acceder a la cobertura que otorga ACNUR a través de La Caja Costarricense de Seguro Social. “Pero ellos dicen que priorizan los casos crónicos, como diabetes, hipertensión y que, en mi caso, no es como crónico. No sé; yo he intentado como tres veces llenar ese formulario, pero todavía no he podido…”

Mes a mes, Eva hace un sobreesfuerzo por juntar el dinero para acudir a sus chequeos periódicos en una clínica privada. Mientras aguarda atenta una luz de esperanza, ante una posible señal de ACNUR, que la ponga frente al beneficio de un seguro médico.

Muestra del carnet que facilita ACNUR a migrantes nicaragüenses para que accedan a un seguro de salud. Foto: Cristopher Mendoza

Haydee y su segunda oportunidad 

Haydee González es una joven que logró coronar dos carreras universitarias (ingeniería química y arquitectura) pero vio, de un momento a otro, cómo su vida y sus sueños se desplomaron en 2018. En ese año, un familiar fue asesinado a tiros por parte de paramilitares progobierno en la conocida “operación limpieza”. Lo ocurrido marcó por completo la historia de Haydee, quien no dudó en manifestarse y marchar por la exigencia del respeto a los derechos humanos del pueblo nicaragüense, que posteriormente sería el desencadenante de amenazas en su contra y, finalmente, de su exilio.       

“Yo era alguien en Nicaragua, como profesional, con un buen trabajo. Y, de repente, tus títulos no valen nada. Estás en un país ajeno, donde hay mucha burocracia para poder, ejercer que te reconozcan. Obviamente salí corriendo y no hubo tiempo para el apostillado de los papeles. ¿Qué te ibas a imaginar?” 

Para Haydee, estudiar desde cero otras carreras universitarias no era factible. Así que optó por desempolvar sus habilidades de barista, una antigua afición en la que también se había formado durante su vida en Nicaragua, sin imaginar que esto le serviría para obtener un trabajo en un café en la capital costarricense. Su nuevo empleo resolvería algunas de sus necesidades económicas, pero el contrato no incluyó su integración al seguro social. Y para ella es clave tener atención de salud.

En Nicaragua, le diagnosticaron una enfermedad conocida como neuralgia del trigémino, un padecimiento que provoca efectos dolorosos similares a una descarga eléctrica en la cara las personas que la padecen. En el caso de Haydee, los malestares le generaban agudos dolores de cabeza que no le permitían ni levantarse de la cama hasta por 15 días. Con este diagnóstico, ACNUR le facilitó, en 2019, las gestiones para la entrega del seguro social por el convenio entre la entidad de Naciones Unidas con el Seguro Social costarricense.

La mujer había decidido ser madre de un niño, en 2017. Más tarde decidió que no quería tener más hijos, por lo que se practicó una cirugía de esterilización. Algo falló porque, en 2019, inesperadamente, tras la realización de varios exámenes y ultrasonidos, se le informó que estaba embarazada y que sería de alto riesgo.

Discriminación, un tema de no acabar 

Haydee se dirigió al EBAIS (centro de atención integral primaria) de Santa Bárbara en Heredia, donde relata que fue muy mal atendida. “La doctora que me atendió, desde la primera vez, fue superarrogante y grosera conmigo. Ya de entrada, me dijo que nosotras, las nicaragüenses, lo único para lo que venimos aquí es a tener hijos para tener residencia”. Pero, en las condiciones en las que se encontraba decidió no entrar en ninguna discusión porque la prioridad era la atención de su salud. 

“Le supliqué, prácticamente, casi llorando, que me diera el traslado al Hospital de Heredia porque, en ese tiempo, yo vivía en Santa Bárbara de Heredia. Entonces, ella me dijo que eso no iba a ser posible porque los doctores no estaban atendiendo en pandemia”.

Las negativas de la médica ante la solicitud de Haydee generaron una larga y fuerte discusión al interior del centro de salud. Ella recuerda que le comentó todas las complicaciones durante su primer embarazo, el cual fue prematuro, y sus temores a volver a tener complicaciones. “Esa mujer no me escuchó. Me dijo: ‘la doctora soy yo. Váyanse y espere los dolores en su casa”, además de repetir sus comentarios xenófobos hacia las mujeres nicas.

Durante todo el embarazo, Haydee tuvo que pasar varias consultas con esa doctora. Durante la semana 36, en su última cita, fue atendida por otro médico. De inmediato, el funcionario notó anomalías y preguntó a Haydee por qué no había sido trasladada al hospital. Seguidamente, el médico autorizó un traslado de emergencia. 

El siguiente inconveniente con el que se topó Haydee es que, en el hospital, su carnet de seguro de ACNUR no lo reconocían como válido. Pasó un tiempo hasta que accedieron a atenderla tras los reclamos de González quien dice estar muy clara de sus derechos. 

“Me atendió una doctora colombiana, y cuando me vio se asustó porque mi panza era inmensa. Parecía que tenía tres niños. Me dijo: ‘Usted tiene un problema gravísimo y quiero que sepa que la vamos a ingresar al quirófano y usted va a perder el útero”.

Haydee recuerda que la médica le explicó que tenía “placenta percreta”, una anomalía por la que la placenta crece al ritmo del bebé. Era como una especie de tumor que creció e invadió los órganos y se introdujo en la vejiga. Todo ello produjo la constante pérdida de líquido amniótico, según relata.  

A lo largo de los días posteriores, Haydee recibió la transfusión de 32 litros de sangre del tipo O negativo, un tipo de sangre difícil de encontrar. Su situación movilizó a personal de cocina, de enfermería y médicos que estuvieron disponibles para donar su sangre.   

A lo largo de tres meses, Haydee relata que tuvo cinco cirugías reconstructivas de sus órganos y que, en una ocasión, escuchó decir a alguien del personal de salud que como la paciente se estaba desangrando, ya no se podía hacer nada. Pero la reanimaron y siguieron operando hasta extirparle el útero, la placenta y una gran parte de su vejiga. 

Diagnóstico de egreso del tratamiento al que fue sometida Haydee.

“Incluso hoy en día, hasta ver el papel de mi epicrisis me da escalofríos. Y, ahora, recuerdo que durante todo el embarazo siempre dije y siempre supe que me iba a morir. Hasta renegué porque dije que, si me hubiera muerto, no habría estado ahí agonizando”. 

Afortunadamente, la hija de Haydee sobrevivió y cuenta con buena salud a casi cuatro años de lo sucedido. Mientras tanto, la madre dice no encontrar las palabras para explicar cómo ella sigue viva. “Si hasta me indujeron al coma para poder realizarme todos esos procedimientos. Yo lo que te puedo decir es que es una segunda oportunidad. Soy una persona muy muy creyente de Dios y creo que siempre estuvo ahí”

Soy sobreviviente del cáncer

Datos del Registro Nacional de Tumores del Ministerio de Costa Rica informa que unos 11,500 casos de cáncer son diagnosticados cada año en este país, a relación de 31 casos diagnosticados diariamente. 

El cáncer se ubica en el segundo peldaño entre las principales causas de muerte en el país centroamericano al registrar 5,500 defunciones en ese año. El primer puesto es para las enfermedades de tipo cardiovasculares.

El registro muestra que, de cada 100 mujeres diagnosticadas con la enfermedad, 31 son diagnosticadas con cáncer de mama, y 11 con cáncer de cérvix. Los datos ubican a Costa Rica entre los países del mundo con mejor índice de sobrevivencia entre los cánceres con mayor mortalidad.  

El estudio Panorama de la Salud: Latinoamérica y el Caribe 2020. realizado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y el Banco Mundial destacó que Costa Rica tiene un porcentaje de 86.7% de supervivencia neta entre mujeres con cáncer de mama, superando por mucho el promedio latinoamericano de 78.4%. El estudio también revela que, respecto al cáncer de cuello uterino o de cérvix, Costa Rica lidera el ránking de supervivencia con un 78%, frente al 59.5 % de Latinoamérica. 

Aunque Nicaragua no figura en ese estudio, ya que únicamente se presentan los 42 países mejor ubicados, diversos son los testimonios de aquellas personas que han desafiado la dureza del cáncer y han vivido para contar su historia.  

Este es el caso de Sofía del Carmen Velázquez Joaquín, originaria del municipio de La Concepción, en Nicaragua. Sofía de 63 años, al igual que Eva Luz y Haydee, tuvo que migrar, en junio de 2018, hacia Costa Rica junto a su hija y dos nietos para “salvar sus vidas”. 

“En mi familia, mi hermana, mi sobrino y mi cuñado son médicos y estuvieron, en 2018, atendiendo heridos en nuestra casa y, por eso, estamos conscientes de que no nos iban a dejar vivos o, tal vez, estaríamos presos o muertos, porque las amenazas llagaron y teníamos que salir”. 

Como en la mayoría de los casos, su llegada a Costa Rica significó nuevos retos y muchas dificultades. Había que adaptarse rápidamente y encontrar trabajos para atender las necesidades de alimentación, vivienda y servicios básicos. 

Sofía se apoya de diversas actividades económicas para sobrevivir en Costa Rica.

Con el tiempo, la preparación de comida típica nicaragüense, como nacatamales, pioquinto y bebidas como el pinol, pinolillo, semilla de jícaro y cacao le darían un empuje económico que les permitiría a ella y su familia hacer frente a algunas necesidades. 

Sin embargo, las cuentas se quedarían cortas para hacer frente a un mal que de forma silenciosa aparecería en su camino. 

“Soy sobreviviente de cáncer de mama, desde 2020. Después que se me murió mi papá de Covid, me diagnosticaron cáncer en la mama derecha y, de suerte había obtenido mi seguro por ACNUR. Entonces, asistí al EBAIS y luego al hospital San Juan de Dios y me han tratado muy bien. 

Sofía fue la primera en detectar una “pelotita” en el pecho, porque se autoexaminaba con las manos, de manera rutinaria. Con el tiempo esa pelotita iba creciendo. Cuenta que, en el EBAIS, la doctora que la atendió ni siquiera la tocó. “’No hay problema mientras no le duela, no hay problema’, me dijo.

“Pero yo soy necia y le dije a mi hija que me sacara una cita en la Clínica Sin Frontera para que me hicieran un examen de verdad un diagnóstico serio y no que sólo era una pelotita”. 

Ante las dudas por la pésima atención de esa primera doctora, Sofía decidió ir a una clínica privada. “Pero no crea, 25,000 o 30,000 colones (Entre 47 y 56 dólares) duelen, pero fue una emergencia que pudimos cubrir, que mucha gente no puede”.

Con el diagnóstico en mano, Sofía supo que se trataba de un tumor cancerígeno de cinco centímetros de diámetro. Regresó al EBAIS y se aseguró de ser atendida por otra doctora. “Creo que es la doctora Lara. Me dijo que qué barbaridad, que quién fue la que me vio, pero no me acuerdo de la otra doctora”.

Sofía entregó el diagnóstico a la nueva médica y, de inmediato, le hizo un traslado al hospital San Juan de Dios. A primera hora del lunes, se fue con sus documentos y, rápidamente, le dieron cita con oncología y ginecología. Fue un golpe para ella y su familia.

El proceso para Sofía incluyó 16 sesiones de quimioterapia para intentar reducir el tumor. Finalmente, le hicieron una cirugía el 6 de octubre de ese 2020, inolvidable para ella. Tras la operación, aún siguieron 25 sesiones de radioterapia realizadas en el Hospital México, en San José. 

Diagnóstico de Sofía Velázquez

Hace 30 años, Sofía vio morir a una hermana por cáncer de mama. En 2020, también vio morir un primo diagnosticado con leucemia. Recuerda el dolor y la desesperación de ambos. 

 “Pensé que me iba a pasar lo mismo, pero me armé de valor. Se me cayó todo el pelo y esos calores que uno siente por dentro. Yo pienso que corrí con suerte, pues uno no deja de pensar en la muerte. Pero bueno, gracias a Dios, aquí estoy y me siento bien”. 

El Doctor Rommel Meléndez, master en Salud Sexual, es uno de los médicos perseguidos por el régimen de Nicaragua. Esta situación lo llevó al exilio costarricense, donde parte de su labor ha sido la atención de personas que no cuentan con recursos para visitar una clínica de servicios de salud. 

Meléndez afirma que, para una nicaragüense migrante, con una situación económica debilitada, ir a consulta privada de ginecológica y otras atenciones especializadas implicaría hacer una inversión tan alta que rompería la estabilidad económica de aquellas mujeres que pudieran tener acceso a un trabajo. 

El médico dice conocer de primera mano casos de mujeres que han llegado por hemorragia vaginal, por amenazas de aborto y señala que la situación de acceso a la atención de la salud para las mujeres es deplorable también en los centros de atención médica en Costa Rica.  Son muchos los relatos de quienes no han sido atendidas a tiempo, a quienes no se le hacen diagnósticos temprano para descartar sus enfermedades, o embarazos, afirma Meléndez  

Pero además la discriminación también juega un rol importante. “Muchas personas de origen nicaragüense, que son aseguradas por la mediación de ACNUR, por el hecho de presentar un carnet de ACNUR, te miran como ciudadano de segunda categoría y entonces allí comienza el maltrato y el mal servicio de acceso a la salud”.

En la página oficial de ACNUR, se explica que el convenio ACNUR-CCSS consiste en la atención de personas refugiadas y solicitantes de refugio con vulnerabilidades médicas que requieren tratamiento y seguimiento a largo plazo, a través de la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS). 

Unas 6.000 personas nuevas beneficiarias contarán con el seguro médico financiado por el ACNUR en 2023. Con este dato, ACNUR contabiliza un financiamiento de 4,694 millones de colones (US$ 8,773,831.77) brindados a la CCSS entre 2020 y 2023. 

Por consiguiente, cada persona beneficiaria por este seguro, ha garantizado la remuneración por su atención médica, la cual debería ser de calidad y no un motivo más para la discriminación.    

Este reportaje es parte del especial  DESATENDIDAS: mujeres que los sistemas de salud dejan atrás. Un trabajo de periodismo colectivo coordinado por la alianza Otras Miradas y con la participación de: Agencia Ocote de Guatemala, Gato Encerrado de El Salvador, Contracorriente de Honduras, Onda Local de Nicaragua y Público de España