Opinión

La “turisteca” y el desprecio a la inteligencia

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Leonel Herrera

Periodista y activista social.

En el caso de Nayib Bukele, el negacionismo se refleja en su narrativa histórica sobre que “la guerra no existió” y “los Acuerdos de Paz son una farsa”, con la cual busca restarle importancia a algunos hechos relevantes del pasado reciente del país o reescribir la versión consensuada hasta ahora. Es una especie de negacionismo “refundacionista” que se expresa en frases como “nunca antes”, “por primera vez” y otras piezas del omnipresente relato de propaganda oficial.

Por Leonel Herrera* 

Una característica común entre los gobernantes y políticos fascistas es el desprecio por la educación, la cultura y la inteligencia. Hay hechos históricos que lo confirman con crudeza. Algunos ejemplos son: las quemas de libros realizadas por las hordas de Adolf Hitler, durante el ascenso del nazismo en Alemania; el grito de “¡muera la inteligencia!” proferido por un coronel franquista, tras el asalto militar a la Universidad de Salamanca, en la guerra civil española; y la consigna de los carceleros de Benito Mussoline que mantenían encerrado al intelectual y dirigente comunista italiano Antonio Gramsci “para que no pudiera pensar”.

En El Salvador, las dictaduras militares de rasgos fascistas prohibieron la lectura de libros que consideraban “subversivos”; y durante la intervención armada de la UES, en julio de 1972, los militares incendiaron bibliotecas, saquearon laboratorios, expulsaron a las autoridades universitarias y apresaron, torturaron y asesinaron a dirigentes estudiantiles.

En la actualidad, el negacionismo histórico y científico es un elemento distintivo del desprecio por la inteligencia que profesan los autócratas y populistas fascistoides como el ex presidente estadounidense Donald Trump, el ex mandatario brasileño Jair Bolsonaro, el presidente electo de Argentina Javier Milei y salvadoreño Nayib Bukele, presidente de facto y candidato a una reelección continua prohibida por siete artículos de la Constitución.

En el caso de Nayib Bukele, el negacionismo se refleja en su narrativa histórica sobre que “la guerra no existió” y “los Acuerdos de Paz son una farsa”, con la cual busca restarle importancia a algunos hechos relevantes del pasado reciente del país o reescribir la versión consensuada hasta ahora. Es una especie de negacionismo “refundacionista” que se expresa en frases como “nunca antes”, “por primera vez” y otras piezas del omnipresente relato de propaganda oficial.

Bukele adopta esta tradición neofascista de irrespeto y desprecio por la inteligencia. Lo confirman, entre otros hechos, su animadversión con la academia crítica, que se ejemplifica claramente con sus ataques contra la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA) o sus diatribas y descalificaciones contra científicos como Óscar Picardo Joao, uno de los intelectuales más relevantes del país, a quien llamó “el loco de la Gavidia”. 

En vez de escuchar, discutir y dialogar con los académicos, expertos y especialistas en distintos tópicos de la realidad económica, social o ambiental, el autócrata salvadoreño prefiere hablar con “infuencers”, evangelistas del bitcoin o las concursantes de “Miss Universo”. Bukele no da conferencias de prensa ni entrevistas, excepto a algún “yuotuber” que le pregunte cuáles pupusas le gustan más o si cuando era niño imaginó que sería Presidente.

A Bukele tampoco le interesa la educación. De hecho, sus principales propuestas incumplidas están en este ámbito: la reconstrucción de “una escuela por día”, el aumento del presupuesto de la UES y la creación de sedes universitarias en todos los departamentos del país, destacan entre sus promesas fallidas. A esto se suma la eliminación de Programa Nacional de Alfabetización que venía librando del analfabetismo a decenas de municipios remotos del país; el desmantelamiento de programas de entrega de uniformes, zapatos, útiles y alimentos a los estudiantes pobres; la falta de apuesta por la calidad educativa y la mejora de las condiciones del sector docente.

Bukele todavía no ha mandado a quemar libros. Pero sí ya censuró uno: “Sustancia del Hígado”, de la joven escritora nacional Michelle Recinos, obra literaria que retrata con dureza los vejámenes cometidos por el gobierno durante el estado permanente de suspensión de garantías constitucionales mal llamado “régimen de excepción”. También prohibió los manuales de educación sexual, salud reproductiva y derechos de las personas LGTBIQ en las escuelas.

El gobierno de Bukele tampoco cuenta con una política cultural que promueva, entre otras cosas, el cine y los audiovisuales. No es casualidad que en estos cuatro años no se haya producido una sola película en el país. Para colmo, el próximo año está previsto el cierre de varias Casas de la Cultura.

Entonces, ¿como queda la inauguración de las nuevas instalaciones de la Biblioteca Nacional de El Salvador (BINAES? Este hecho es, precisamente, una confirmación del desprecio por la inteligencia, fundamentalmente porque no es parte de una política educativa y cultural integral. Ni siquiera va acompañada de un programa de promoción de la lectura. 

De hecho, a las personas que han visitado el moderno edificio no se les permite acceder a libros, pues el objetivo no es que vayan a leer; sino a pasear, hacerse selfies y escribir en las redes sociales que están en “la mejor biblioteca de Centroamérica” (o de América Latina) y -lo más importante- que “esto es gracias al Presidente Nayib Bukele”, aunque realmente haya sido gestión del gobierno anterior que abrió las relaciones diplomáticas con China.

Por eso el enfoque banal y propagandístico de la inauguración, que pareció ser la apertura de un centro comercial o un parque de diversiones. Puede decirse que la nueva biblioteca es, en realidad, una “turisteca”. Mientras escribo este texto, medios del gobierno y sus troles destacan que más de 100 mil personas han desfilado por los pasillos y niveles del edificio donado por China, país al que antes Bukele insultó por “no ser democrático ni confiable” (discurso de Bukele en la Heritage Foundation en marzo de 2019). Lo hizo para congraciarse con Trump.

Diversión para la gente, propaganda electoral para el inconstitucional candidato presidente y desprecio por la inteligencia. Así se explica el hecho de inaugurar la nueva BINAES, mientras no se reconstruyen las escuelas deterioradas, no se pagan 42 millones de dólares de presupuesto adeudado a la UES ni se devuelve el campus a la comunidad universitaria, se quita el “vaso de leche” a los estudiantes en las escuelas primarias, se insulta al rector de la UCA y a Picardo, se niega el escalafón a los docentes y se quitan fondos a la cartera de Educación.

Parece que para Bukele es igual inaugurar una biblioteca, un “mall” o un estadio, siempre que le sirva para distraer a la gente y hacerse propaganda. De hecho, ya anunció la construcción de un nuevo estadio de fútbol que -igual a la biblioteca carente de programas educativos y culturales- será un estadio sin una estrategia de promoción del deporte. 

Además, es un proyecto que no responde a las prioridades del país y tendría un enorme impacto ambiental, dado que el lugar donde se pretende construir posee mucha biodiversidad y es zona de recarga acuífera. Por eso también es un insulto a la inteligencia y al sentido común.

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Periodista y activista social.

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