
Un grupo de jóvenes trabajadores de los call centers que se han organizado para luchar por sus derechos laborales se unió al segundo plantón contra la minería metálica en El Salvador: "Si la minería sigue, no va a quedar nada por lo que luchar, ni trabajo", dijeron.
Fotos: Bladimir Nolasco | Febrero 9, 2024
Un grupo de jóvenes trabajadores de call centers se sumó, a pesar del miedo, al segundo plantón contra la ley que permite nuevamente la minería metálica en El Salvador. Su miedo, según explicaron los callcenteros a GatoEncerrado, no solo es al Gobierno de Nayib Bukele que se ha ganado la reputación de perseguir a los ciudadanos que piensan y critican; sino también a sus jefes, quienes se irritan al saber que entre sus filas hay empleados con la conciencia despierta e inquieta.
Por eso, para esquivar cualquier represalia en sus trabajos y burlar al miedo, se vistieron de negro, se cubrieron el rostro con pañoletas o con las mascarillas que se utilizaban durante la pandemia de 2020, usaron gafas de sol y pidieron absoluto anonimato.
En los graderíos frontales de la Biblioteca Nacional de El Salvador (BINAES) —el moderno edificio con luces led, donado por China, que Bukele presume en su propaganda internacional— los callcenteros se mezclaron entre los cientos de personas que llegaron a la protesta pacífica, de este 9 de febrero, para gritar y bailar al ritmo de las consignas en rechazo a la minería metálica.
“Nosotros nos comenzamos a organizar, como trabajadores de la industria de los call centers, por cuestiones laborales y violaciones a derechos laborales. Esa fue la semilla o la razón por la que nos organizamos. Pero también nos preocupa el agua, el aire, tener un espacio limpio y no contaminado. Consideramos que este es el momento de pronunciarnos, no cuando ya sea demasiado tarde. Por eso estamos aquí”, comentó una de las chicas de los call centers.
Entre sus pancartas se leían mensajes en los que hacían un “llamado urgente” para que la ley que permite minería metálica sea revertida. Esta ley fue aprobada por la Asamblea Legislativa en la víspera de navidad del año pasado, el 23 de diciembre. Los diputados oficialistas de Nuevas Ideas y sus aliados del PCN y PDC, con su característica y reducida función de aprobar todo lo que ordena Casa Presidencial, tardaron menos de un mes para derogar la ley que prohibía la minería metálica desde 2017 e impusieron, sin ningún debate técnico-científico, la nueva ley que la permite.
La única “argumentación” que ofreció Bukele para justificar la reactivación de la minería metálica fue considerar que era “ridículo” que El Salvador fuera el único país del mundo en haberla prohibido y que, además, el oro es “un enorme tesoro puesto por Dios bajo nuestros pies” para ser explotado.
Ese discurso del mandatario, que carece de fundamento científico, no logró convencer al menos a 6 de cada 10 salvadoreños que rechazan la minería metálica, según la encuesta que hizo la Universidad Centroamericana (UCA). Por eso, jóvenes indignados han acudido a manifestarse en los dos plantones contra la minería en El Salvador. Entre esos, los callcenteros y junto a ellos los universitarios, las feministas, ambientalistas, tiktokers como Chibifagoaga y feligreses de la iglesia católica, quienes al salir de la misa en la Catedral Metropolitana se quedaron en el plantón para exigir la derogación de la ley.
También había curiosos que se quedaban unos cuantos minutos observando a la multitud y escuchando las consignas. Algunos firmaban los listados que circulaban entre la muchedumbre para que se pueda respaldar una petición de derogatoria de la ley y un recurso de inconstitucionalidad ante la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia (CSJ).
En ambos lados y atrás de la multitud, una veintena de policías tomaban fotos y hacían videos de los manifestantes, como ya es típico en las protestas contra el Gobierno de Bukele. Pero cuando los organizadores del plantón llevaron un pickup rojo, con un sistema de sonido, hasta el graderío de la biblioteca y reprodujeron un extracto de la última homilía de Monseñor Óscar Romero, algunos de los policías que estaban detrás de la multitud guardaron silencio mientras las palabras grabadas del arzobispo resonaban: “En concreto, a las bases de la Guardia Nacional, de la Policía, de los cuarteles. ¡Hermanos! ¡Son de nuestro pueblo! (...) Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia, y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado”.
Mientras el plantón continuaba, al calor del sol, los callcenteros bajaron del graderío de la biblioteca y buscaron una sombra entre los pocos árboles del Parque Gerardo Barrios. Ahí, una de las chicas detalló que su organización, denominada Labor Dignity (Dignidad Laboral, en español), está integrada por personas trabajadoras de distintos call centers del país que se han unido para dignificar las condiciones laborales de los empleados. Esta lucha, sin embargo, es un camino empinado y plagado de obstáculos.
“En este momento, los jovencitos están saliendo de academias de inglés y bachillerato especializado listos para buscar un trabajo en los call centers, porque pagan un salario un poquito arriba del mínimo. Pero, en realidad, es un trabajo explotado, con más de 10 horas diarias de una jornada matadora. Las condiciones laborales y lo que se vive allá adentro contrasta con la publicidad engañosa de gente feliz que gana un buen salario. Cansados de esa explotación, decidimos organizarnos, pero las represalias son reales. Allá adentro no se puede ni hablar de sindicato, ni denunciar. Ni siquiera denunciar que la minería nos dejará contaminación”, comentó.
A pesar de que en esa industria no se les permite organizarse, igual lo han hecho para defenderse y procurar mejores condiciones laborales para todos los trabajadores. La defensa de los trabajadores también pasa, según explicaron, por defender el agua y el medio ambiente.
“Es que sin agua y con contaminación no habrá ni trabajo. Entonces, hay que defender el agua, porque si la minería sigue, no va a quedar nada por lo que luchar. El tema de la minería nos afecta más a los pobres, porque los ricos solo se van y ya. Nosotros tenemos que luchar”, señalaron.