En su alocución, de casi dos horas, el mandatario también hizo lo que ya es costumbre en sus discursos: despotricar contra otras instituciones estatales, descalificar a sus adversarios políticos, estigmatizar a defensores de derechos humanos y atacar a medios que han revelado negociaciones de su gobierno con pandillas y publicado irregularidades en el manejo de fondos públicos que podrían constituir delitos de corrupción.
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