Durante años, la representación cinematográfica de las brechas sociales y la exclusión social han sido retomadas con poca madurez, ya sea victimizando a las clases bajas o representando la clase alta como un fin al que todos aspiran, sin vicios u obscenidades. Ejemplos hay muchos, desde las películas mexicanas con su falsa felicidad por ser pobre hasta el cine más hollywoodense, donde se vende la perfecta vida del estrato social alto.
Este tipo de representaciones, sin embargo, distan mucho de la realidad, porque legitiman las acciones de una clase social sobre otra. En este caso, el director Bong Joon-jo acierta de manera brillante, reflejando lo despiadados que podemos ser los seres humanos por preservar el bienestar propio y no el bien común.
Parásitos no busca redimir a ningún sector de la población. Tampoco busca antagonizar. El objetivo del filme es demostrar la existencia de un problema que no solo afecta a Corea del sur, también a muchos países de Latinoamérica. Para realizarlo, logra desarrollar una historia que no solo posee coherencia narrativa, también juega con los sentidos y las metáforas, situando a sus personajes en lugares que reflejan sus condiciones humanas.