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Parasite o la vorágine de la lucha de clases

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Alex Martínez

Fotógrafo y periodista independiente. Bloguero del sitio La habitación de las luces obscenas y colaborador en la revista Bulla.

Parasite plantea que todos, ricos o pobres, somos parásitos que nos aprovechamos de otros. Esta es la primera película Sur Coreana en adquirir presencia en la palestra mediática. Fue la ganadora indiscutible en el Festival de Cine de Cannes y tiene dos nominaciones en los Premios Oscar: mejor director y mejor película.

Durante años, la representación cinematográfica de las brechas sociales y la exclusión social han sido retomadas con poca madurez, ya sea victimizando a las clases bajas o representando la clase alta como un fin al que todos aspiran, sin vicios u obscenidades. Ejemplos hay muchos, desde las películas mexicanas con su falsa felicidad por ser pobre hasta el cine más hollywoodense, donde se vende la perfecta vida del estrato social alto.

Este tipo de representaciones, sin embargo, distan mucho de la realidad, porque legitiman las acciones de una clase social sobre otra. En este caso, el director Bong Joon-jo acierta de manera brillante, reflejando lo despiadados que podemos ser los seres humanos por preservar el bienestar propio y no el bien común.

Parásitos no busca redimir a ningún sector de la población. Tampoco busca antagonizar. El objetivo del filme es demostrar la existencia de un problema que no solo afecta a Corea del sur, también a muchos países de Latinoamérica. Para realizarlo, logra desarrollar una historia que no solo posee coherencia narrativa, también juega con los sentidos y las metáforas, situando a sus personajes en lugares que reflejan sus condiciones humanas.

La historia es simple: una familia con escasos recursos trata de sobrevivir en un pequeño sótano, sin empleo. Ki-woo, quien es el hijo menor, se hace pasar como estudiante universitario para poder trabajar como tutor de inglés para la hija de la familia Park, quienes se encuentran en la cima de la escala social. La ingenuidad de esta familia adinerada permitirá que todos los miembros de la familia de Ki-woo logren acceder a la casa y los privilegios que conlleva ser parte de ese mundo.

Algo que caracteriza esta cinta de Bong Joon-jo es su fotografía y la manera que la utiliza para crear una metáfora y un metalenguaje que acompaña la narrativa del guion, esto se puede apreciar desde cómo sitúa a cada una de las familias. Jugando con los espacios y encuadres cerrados, la interacción de la familia sin recursos se encuentra aislada, siempre junta debido a lo reducido de su entorno. En cambio, la familia Park se encuentra aislada por decisión propia, en una gran mansión, donde los planos son amplios la mayor parte del tiempo. Cada miembro de la familia posee su propio espacio y no necesita interactuar entre sí.

Cuando las dos familias entablan una relación de confianza, cada uno de sus personajes retira sus máscaras para mostrar sus verdaderas intenciones. Desde el patriarca de la familia pobre que ve justo aprovecharse de los ricos, hasta el señor Park que ve a las personas bajo la utilidad que él les puede dar. 

La cinta retoma de manera cruel y despiadada las diferencias sociales que por años hemos aceptado como natural: el rico por encima del pobre y el acceso a ese mundo de lujos conlleva dejar atrás nuestra humanidad para poder ser parásitos y sobrevivir a costa de los demás. 

Algo que Parasite maneja muy bien en su discurso es que ningún miembro de la sociedad (sea rico o pobre) es tan bueno como se cree y que todos, sin distinción alguna, somos parásitos que vivimos aprovechándonos de otros. 

*Fotos de la película

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Alex Martínez

Fotógrafo y periodista independiente. Bloguero del sitio La habitación de las luces obscenas y colaborador en la revista Bulla.

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