Desde su origen, el ser humano ha enfrentado sus temores más primigenios. El miedo a lo desconocido es parte fundamental de los instintos más bajos: La soledad, la noche, la enormidad del mundo y la incerteza del mar, son algunos factores que permitieron el surgimiento de los mitos, debido a la poca información.
Al igual que en su ópera prima The Witch, de 2015, Eggers nos plantea cómo el ser humano debe enfrentar sus temores a la naturaleza y los mitos que surgen alrededor de ésta por la falta de conocimiento. El director retrata al ser humano en su camino a la locura, que surge debido a la sugestión y a la animalidad que lo lleva a corromperse y deja a sus protagonistas desnudos ante la incerteza de su provenir.
Eggers explora de manera sublime la decadencia del humano ante sus propios miedos y deseos más bajos. Como si fuera una versión más antigua del Señor de la Mosca (del autor William Golding), la película nos sitúa en una isla desolada donde dos faroleros deben convivir por semanas en situaciones llenas de precariedad y misterio. Los deseos sexuales, el alcohol, el aislamiento social y los delirios mentales son la combinación que llevará a nuestros protagonistas a tocar fondo de la forma más cruda.