La cuarentena de El Calvario no conoce de codicia

La cuarentena domiciliaria es discriminatoria: afecta económicamente más a unos que a otros. Las medidas económicas, que el Gobierno de El Salvador anunció para aliviar la situación de los más pobres y de las personas que están en el sector informal, no lograron garantizar la supervivencia de todos los que están entre los más vulnerables. A pesar de eso, muchos respetan las medidas aunque están con hambre y sin saber qué hacer. Si alguna vez rompen esa cuarentena, lo harían para conseguir algo de comer. Pero nunca por codicia.

En San Salvador, específicamente en los mesones ubicados en el Barrio El Calvario, viven personas que se dedican a la venta informal y que, a pesar del hambre, siguen encerrados y han dejado abandonados sus puestos de trabajo en el Mercado Central. La falta de ingresos, además, los ha puesto en riesgo de ser expulsados de sus habitaciones y quedar en la calle. Necesitan salir a vender porque tienen hambre y deben pagar la renta. Su realidad contrasta con el discurso del presidente Nayib Bukele, quien señaló en sus redes sociales que muchas personas violan la cuarentena por “codicia, vanidad e irresponsabilidad”.

Economistas han explicado, en GatoEncerrado, que las medidas gubernamentales implementadas hasta el momento han carecido de una estrategia eficaz y eficiente para alcanzar a todos los más vulnerables. Los economistas agregaron que había otras formas de entregar el subsidio, pero no fueron escuchados por el Gobierno. 

A más de un mes de cuarentena, personas que están entre los sectores más vulnerables del país siguen sin recibir ayuda y sin esperanza de recibirla.

Todas las familias que viven en este mesón, ubicado en el Barrio El Calvario de San Salvador, se dedican a la venta de diferentes productos en el centro de San Salvador. El pago por un día en el mesón oscila entre 3 y 6 dólares. Algunos dueños sacan a la gente de sus casas si se atrasan en los pagos y no les dejan sacar sus cosas. Foto/Emerson Flores.

Las ventas informales se han visto afectadas durante la cuarentena. La situación empeoró para las personas que viven en el centro de San Salvador, donde el alcalde Ernesto Muyshondt impuso un cerco sanitario y desalojó las ventas de las calles. Desde entonces, la vendedores que viven dentro del cerco sanitario dejaron de salir y apenas sobreviven con la ayuda que se brindan entre ellos. Foto/Emerson Flores.

Blanca de Hernández vende periódicos para ganar un par de dólares diarios y así comprar comida y sufragar otros gastos. Desde que empezó la cuarentena dejó de salir, por miedo a ser llevada a un centro de contención y porque las ventas disminuyeron. En su hogar nadie recibió el subsidio de $ 300 anunciado por el presidente Nayib Bukele como alivio económico ante la cuarentena domiciliaria. Foto/Emerson Flores

Julián Hernández tiene 73 años y es el esposo de Blanca. También se dedica a la venta de periódicos. “Un día que esté bueno se ganan 4 dólares, pero ahora se ha puesto bien malo”. Ellos viven con su hijo y tres nietos en el Barrio El Calvario. Foto/Emerson Flores

Romelia Pérez sale a vender fósforos, rasuradoras y pasta de dientes. Agentes de la Policía Nacional Civil (PNC) le han advertido que no salga. Hace 20 días fue llevada por miembros de la Policía a un centro de contención: “Les supliqué y les lloré que me soltaran, porque iba a perder mis cosas. Tengo que salir a rebuscarme para pagar el cuarto, sino me quedo en la calle”, mencionó. Foto/Emerson Flores

Flor Núñez vende ropa en el centro y vive con su esposo Juan. Desde que empezó la cuarentena sale a “rebuscarse” para poder llevar comida a su casa. “Ni durante la ofensiva nos costó tanto salir a vender como ahora”, dice Flor.

Los lavaderos son compartidos por las personas que habitan el mesón. Flor dice que hay buena relación con los demás inquilinos y que se ayudan entre todos. 

El uso de los baños es compartido por las personas que viven en el mesón, ya que viven en cuartos que no tienen mucho espacio para tener un baño por cada familia. 

Lucio Benítez sale a trabajar cuando lo llaman del mercado. Colabora con distintos vendedores. Desde que empezó la cuarentena, el trabajo ha disminuido. En su mesón viven cinco familias y nadie fue beneficiado con el subsidio. “Tengo que salir a rebuscarme, sino me muero de hambre”, mencionó. Foto/Emerson Flores

Blanca Ramos tiene discapacidad física y sale a pedir limosna todos los días para poder pagar el alquiler de su cuarto y comer. Dice que ha recibido maltrato verbal por parte de miembros de la Policía. Foto/Emerson Flores

Zulma Mendoza vende medicina en el centro de San Salvador. Vive sola en un mesón, donde también se han acomodado otras cuatro familias. Desde que empezó la cuarentena sale con miedo de ser llevada a un centro de contención. Foto/Emerson Flores

Angélica Reyes vive con su esposo y su hijo. Su esposo trabaja en un taller para sostener a su familia, pero han dejado de percibir ingresos porque su lugar de trabajo cerró hasta que la cuarentena termine. Tampoco recibieron el subsidio. Foto/Emerson Flores.

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