Opinión

La figura oscura que abandona la casa blanca

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Carlos Iván Orellana

Doctor en Ciencias Sociales por la FLACSO-Centroamérica. Investigador y profesor de la Universidad Don Bosco (UDB) de El Salvador. Co-Director del programa de Doctorado y Maestría en Ciencias Sociales, cotitulado UCA-UDB. Cuenta con diversas publicaciones en temas como violencia e inseguridad, migración irregular hacia los Estados Unidos, autoritarismo, anomia, prejuicio y la psicología de los crímenes de odio.

Entre lo cool y lo patológico existe una frontera tenue. A todo esto, millones apoyan a líderes como Trump, lo cual igualmente retrata la salud del tejido social y de la educación democrática en la actualidad.

Por Carlos Iván Orellana*

Donald Trump finalmente termina su mandato como el 45.º presidente en la historia de los Estados Unidos. Sale por la puerta trasera de la dignidad humana y dejando a la democracia norteamericana con los pantalones caídos a la vista de todos. Su nombre quedará grabado como uno de los tantos esperpentos políticos que ha regurgitado, asqueado, el siglo XXI. El riesgo de querer “hacer historia” a como dé lugar desde la incompetencia es terminar siendo parte de su lado más ominoso. 

Entre la niebla de sus sospechosas relaciones con Rusia, sus controversiales y compulsivos tuits, sus conflictivas ruedas de prensa, su afinidad con la extrema derecha, las dudas con respecto a su probidad tributaria, su inhumana política migratoria o su delirante resistencia a ceder el poder, emerge una figura perversa y peligrosa. Entre otras cosas, Trump mostró ser negacionista del cambio climático y desdeñar la ciencia y el juicio de expertos (p. ej., la gestión de la pandemia); ser un misógino de manual. Entre los “efectos Trump” que se consignan, se verifica el aumento de discursos y crímenes de odio contra minorías dada su retórica hostil, punitiva y racista (p. ej., afirmar que todos los migrantes son violadores o hablar del “virus chino”).

Sobre su persona existen numerosos artículos y libros. Por supuesto, algunos en su favor, pero varios de ellos destacan porque bosquejan el perfil psicológico de una verdadera amenaza para la salud mental, la estabilidad social y política del gigante del norte, y del mundo mismo. Quizás el libro que mejor ilustra la magnitud de la preocupación por el riesgo generalizado que Trump ha supuesto para todos es el texto de 2017 titulado “El peligroso caso de Donal Trump: 27 psiquiatras y expertos en salud mental evalúan un presidente” (The Dangerous Case of Donald Trump: 27 Psychiatrists and Mental Health Experts Assess a President), editado por Bandy X. Lee, Psiquiatra forense de la escuela de medicina de Yale. La edición de 2019 del libro suma 10 opiniones más para totalizar 37 expertos.

El libro parte de la premisa del deber cívico y profesional de advertir sobre el peligro que Trump conlleva, a pesar de la existencia de una norma de la Asociación de Psiquiatría Americana –la llamada Goldwater Rule–, que previene de realizar diagnósticos clínicos en ausencia de un examen personal. 

No obstante, en este caso, un principio ético es sobrepasado por otro principio mayor: la ciencia reconoce que no puede ser neutral ante acontecimientos que, de no ser denunciados, traerían consecuencias aún peores. Asimismo, las ciencias del comportamiento reciben tal apelativo porque los rasgos y características de los individuos –la peligrosidad en este caso– se infieren a partir de la observación sistemática de datos objetivos consensuados (el desenvolvimiento cotidiano y público de Trump).

El texto alude al establecimiento de una “normalidad maligna” bajo el mandato de Trump que multiplica conflictos a todos los niveles y ocasiona estragos a la salud mental de la sociedad. Asimismo, Trump recibe apelativos descriptores –no necesariamente diagnósticos– como exhibir una personalidad narcisista, tendencias paranoides o persecutorias, sociopáticas y antisociales; es considerado como mentiroso y matón (bully), jactancioso, inmaduro, carente de empatía, incapaz de asumir responsabilidades, pero muy dado a repartirlas. Varios de estos rasgos y otros (p. ej., sadista) encuentran eco en otros artículos que confirman rasgos y una personalidad inestable y extrema que, sin embargo, parecen compartir en distinto grado líderes populistas contemporáneos.

Los procedimientos y resultados del libro, sin duda, se prestan a discusión. Pero su mensaje de fondo, reiterativo en distintos análisis, es claro: líderes así actúan como pirómanos, convierten las democracias en polvorines y a la sociedad en una batalla campal. Entre lo cool y lo patológico existe una frontera tenue. A todo esto, millones apoyan a líderes como Trump, lo cual igualmente retrata la salud del tejido social y de la educación democrática en la actualidad. Algunos llevan una cabeza de búfalo sobre la propia por conveniencia o convicción y otros muchos también, aunque no se den cuenta o no tengan muy claro por qué.

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Carlos Iván Orellana

*Doctor en Ciencias Sociales por la FLACSO-Centroamérica. Investigador y profesor de la Universidad Don Bosco (UDB) de El Salvador. Co-Director del programa de Doctorado y Maestría en Ciencias Sociales, cotitulado UCA-UDB. Cuenta con diversas publicaciones en temas como violencia e inseguridad, migración irregular hacia los Estados Unidos, autoritarismo, anomia, prejuicio y la psicología de los crímenes de odio.

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