El terreno desde la orilla del río Bravo en el que los migrantes centroamericanos descienden de la balsa hasta el puesto donde la patrulla fronteriza espera a quienes se entregan, cuenta historias. Ropa, medicina, utensilios personales y pulseras en las que se leen las palabras “entrega” o “llegadas”, son artículos que aparecen como rastro en el último tramo que los centroamericanos caminan por las noches en su travesía hacia la frontera de Roma, en Texas, Estados Unidos.
Al oscurecer, las balsas con migrantes comienzan a cruzar el río bravo. La noche del 27 de marzo, agentes de la patrulla fronteriza intercambiaron un par de palabras con los “polleros” o “coyotes”, quienes desde el otro lado recibieron la orden de no pasar a nadie esa noche. Los “polleros” son quienes pasan a los migrantes por el río a cambio de dinero. Una hora después de la orden de los agentes, las familias con bebés y menores no acompañados comenzaron a tocar tierra. Esa es la historia diaria en la zona fronteriza, a la que cada noche llegan más de 400 migrantes centroamericanos. GatoEncerrado estuvo en la frontera este 26 y 27 de marzo para documentar los cruces de las familias centroamericanas que llegan hasta ese punto para entregarse a la patrulla fronteriza con la esperanza de tener la oportunidad de pedir asilo en los Estados Unidos.