Foto/Emerson Flores
Josselyn fue la persona más visible de las marchas y eventos en los que se exigió la libertad para los inocentes capturados arbitrariamente en el régimen de excepción. Eso también la hizo el blanco de difamaciones y amenazas de muerte desde cuentas en redes sociales presuntamente administradas por policías. Tuvo que huir de El Salvador para resguardar su vida y libertad.
Josselyn Palacios espera su turno para abordar el “Cóndor” y huir de El Salvador. Este autobús, que sale de madrugada desde la terminal de occidente en San Salvador, la llevará hasta la frontera de Guatemala con México para estar lo más lejos que puede de los policías que la amenazan y difaman en redes sociales por ser una de las personas más visibles de las marchas que exigen la liberación de los inocentes que han sido capturados arbitrariamente en medio del régimen de excepción.
Su sonrisa no encaja con la gravedad de las acusaciones falsas en su contra que han puesto su vida y libertad en peligro, pero ella siempre ha sido así de risueña y optimista en sus 24 años. Su filosofía personal —explica, como quien enseña sabiduría proverbial— es sacar algo bueno de la tragedia, aunque le toque iniciar de cero en un país que no es el suyo al que llegará desplazada por policías, que en vez de protegerla la acusan falsamente de pertenecer a pandillas junto a su hermano, quien fue capturado injustamente mientras estaba trabajando en su molino.
“Cuando hay un cambio, yo digo: ‘Algo bueno tiene que haber en todo esto’”, dice Josselyn, mientras hace fila para subir al autobús, donde espera conciliar el sueño en su asiento tras una noche de incertidumbre que no la dejó dormir ni un minuto.
Desde hace unas 48 horas, su rostro y el de su hermano Gerson de Jesús Palacios, de 26 años, han circulado en cuentas de redes sociales administradas por policías con la acusación de que es una de las “pandilleras” de San Bartolomé Perulapía que agita gente para que vaya a las marchas. Así que decidió, de forma apresurada, que su única opción para conservar su libertad y su vida era irse del país. Pensó que era un riesgo mantenerse encerrada en su vivienda, en Suchitoto, y pasó la noche despierta en casa de una amiga —que hizo en las marchas y a quien ayudó a denunciar el caso de un familiar capturado injustamente—. Luego llegó de madrugada a la terminal, en donde compró un boleto de ida sin retorno.
La poca ropa que alcanzó a llevarse en una pequeña maleta floreada, se la hizo llegar un familiar. Sus demás posesiones, que en realidad eran pocas, quedaron abandonadas en su casa; como suele ocurrir en los casos de desplazamiento forzado, cuando la amenaza es tan grande que las personas huyen con apenas lo que andan puesto, mientras que sus mascotas, electrodomésticos, zapatos o comida quedan en el abandono.
Ser optimista no le quita el miedo, pero le da esperanza de que este cambio obligado de vida le conceda nuevas oportunidades, como terminar de estudiar y ejercer como cosmetóloga, tener su propia casa y, sobre todo, que este nuevo lugar sea el escenario donde se reencuentre con su hermano Gerson cuando recupere la libertad.
La exigencia pública para que las autoridades del gobierno de Nayib Bukele liberen a su hermano Gerson, y el apoyo que dio a otras familias que también piden justicia para los inocentes capturados, la hizo visible y consecuentemente el objetivo de difamaciones y amenazas de muerte.
Josselyn no pretendió ser la voz de nadie, tampoco estaba interesada en liderar un movimiento social para exigir justicia por los que han sido capturados injustamente en el régimen de excepción, pero el arresto de su hermano Gerson la obligó a denunciar públicamente las violaciones a derechos humanos.
Denunció que su hermano nunca ha estado involucrado con la pandilla, que es un trabajador interino de la Unión de Personas del Municipio de San Martín, contratista del Fondo de Conservación Vial (FOVIAL), y que en sus días libres trabajaba en un molino.
Ese molino era un emprendimiento que juntos habían instalado para ayudar con los gastos de la casa. Gerson lo administraba cuando no tenía que ir a trabajar para el FOVIAL, mientras que Josselyn estudiaba un curso de cosmetología impartido por el Servicio Social Pasionista y trabajaba sirviendo comida en comedores de la zona.
El viernes santo 15 de abril era uno de esos días de descanso para Gerson. Así que estaba en el molino cuando unos policías llegaron a la zona, capturaron a una persona frente al establecimiento y luego también decidieron llevarse a Gerson sin dar explicaciones y en medio de sus labores en el molino.
Cuando Josselyn lo describe, resalta que su hermano Gerson es un joven humilde, honesto y alegre: “Si encuentra un celular, lo devuelve al dueño. Ya ha pasado”. Como todos los hermanos, eventualmente discutían, pero eso nunca quebrantó su vínculo.
“El decía que yo no lo quería porque, como todos los hermanos, por ratos nos llevábamos mal, nos peleábamos, pero nos queremos. Yo lo quiero y así también él a mí” —recuerda Josselyn— “Si cree que yo soy sonriente, lo hubiera conocido a él. Sólo riéndose pasaba, más que yo. Bien sonriente es”.
En los días que anduvo denunciando la injusticia contra su hermano, Josselyn tomó la iniciativa de contactar a través de Facebook a José Ibarra, un mexicano que se presenta como periodista de la página “Badabun”, quien se encontraba en el país tras haber producido una serie de videos en los que mostraba el interior del penal de Izalco, donde han sido trasladadas algunas de los más de 45,000 personas capturadas en el régimen de excepción. Según le dijo a Ibarra, Josselyn quería que también “mostrara el otro lado de la historia”: El de las familias que denuncian las capturas de inocentes.
—Hola!!!—escribió Josselyn en el messenger de Ibarra.
—Hola—respondió.
—Llevaremos a cabo una marcha el 23 de julio acá en El Salvador. Ya que los noticieros están censurados para no sacar noticias de los casos de personas detenidas injustificadamente. Son más de 45,000 arrestados y entre todas esas capturas hay personas que no tienen ningún tipo de vínculo con pandillas
—Sí, me avisaron sobre la marcha, pero lamentablemente en esa fecha ya no estaré en el país.
—¿Y antes nos podría hacer un reportaje? Para exponer la historia de cada persona. Nos organizamos una fecha antes en El Salvador del Mundo. Por favor, tal vez así nos permitan recibir las pruebas que tenemos.
—Sí, si se reúnen antes de este jueves me avisas para programarme y poder entrevistarlos.
—Muchas gracias, nos vamos a organizar. ¿Le parece el miércoles?
La “apretada agenda” de Ibarra provocó que la cita programada para miércoles 13 de julio cambiara al martes 12. El aviso de la nueva fecha se dio el lunes 11 a las 8:13 de la noche en los grupos de WhatsApp y páginas de Facebook que han creado los familiares de inocentes capturados, quienes se llaman a sí mismos “familiares PDL (familiares de privados de libertad)”.
Los que se fueron a dormir temprano el lunes o no revisaron los grupos ni Facebook, despertaron con la noticia de que un grupo de aproximadamente 30 personas se reunió con el periodista de Badabun tras el cambio repentino de fecha. Algunas familias reclamaron a Josselyn por “la mala organización”, aún sin ser su culpa, pero eso no la detuvo para continuar abogando por la libertad de todos los inocentes.
Ese martes, Josselyn se plantó ante las cámaras de Badabun y otros medios que llegaron a la plaza Salvador del Mundo, mostró los antecedentes penales, solvencia de la Policía y cartas de trabajo de su hermano Gerson, como certificación de su inocencia y exigió a Nayib Bukele justicia y respuestas sobre la efectividad del Plan Control Territorial, programa insignia del Gobierno para “combatir a la delincuencia”.
Este fue el antecedente que provocó que la siguiente convocatoria, la de la marcha hacia Casa Presidencial del 19 de julio, creciera en número y se posicionara en las portadas de los principales periódicos del país.
Esa marcha del 19 de julio reunió a un poco más de 200 personas y fue encabezada por Josselyn, quien con una voz casi robótica leyó consignas como: “No más régimen de excepción y a nuestros inocentes pronta liberación”. Poco a poco fue soltándose y perdiendo la timidez, hasta que su grito en el micrófono logró entusiasmar hasta las personas que iban atrás en la marcha gritando: “¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!”.
La marcha fue bloqueada con barricadas colocadas por elementos de la Unidad de Mantenimiento del Orden (UMO) de la Policía, a la altura del Parque de Pelota Saturnino Bengoa, en la calle Manuel Enrique Araujo, a menos de un kilómetro de la Casa Presidencial.
Una comisión de familiares, integrada por Josselyn, una mujer identificada como Patricia junto a su primo, y Santos Zetino el líder indígena capturado y liberado por la presión en redes sociales, logró atravesar la barrera para llegar a la Casa Presidencial y entregar una carta, en la que solicitaban la revisión de los casos de las personas inocentes. La carta, entre otras cosas, resaltaba: “Su único delito fue ser pobres y vivir en zonas marginadas y estigmatizadas”.
La carta fue recibida en la ventanilla de Casa Presidencial donde, según relata Josselyn, también entregó un carné que acredita que Edwin Amaya Godoy, capturado el 14 de julio, es una persona con discapacidad auditiva. Siete días después, Edwin fue liberado, luego de que se viralizaran videos de su papá en la marcha diciendo que “intercambia su libertad por la de su hijo”.
“Por lo menos de algo sirvió la marcha”, celebró Josselyn.
Antes de abandonar la Casa Presidencial, a la comisión de familiares le fue solicitado un listado con los datos básicos de sus familiares en prisión, tales como nombre, número de DUI, fecha y lugar de detención.
A pesar de que algunos dijeron que tenían temor de que esa información pudiera ser utilizada en contra de sus familiares detenidos, entregaron el listado con la esperanza de que cada caso sea estudiado.
Al finalizar la marcha, Josselyn proporcionó su número de teléfono para que los familiares, que no pudieron asistir a la marcha, enviaran los datos y fueran incluidos; sin embargo, la desesperación por no quedarse fuera ocasionó que el número se hiciera público, provocando llamadas constantes, incluso de personas ajenas al proceso que lo utilizaron para amenazar. Al final, Josselyn tuvo que cambiar de número.
Al día siguiente, el miércoles 20 de julio, una foto de Josselyn adolescente, amante de la música de Guns and Roses y Simple Plan, fue difundida por cuentas anónimas de Facebook y Twitter que son administradas por policías. En la foto, Josselyn junto a su hermano levanta la mano derecha y hace la señal característica del rock: el dedo índice y el meñique levantados. Esta foto fue la “justificación” utilizada para vincular a los hermanos como “la colaboradora” de la pandilla y “el pandillero” de San Bartolomé Perulapía. Esa señal de rock es tan popular que hasta diputados de Nuevas Ideas la hacen para dar a entender que les gusta ese género musical.
Durante el régimen de excepción, las denuncias anónimas a través de redes sociales se han convertido en una práctica común, no importando si la denuncia es real o no. En algunos casos, la estigmatización es tan grave que las denuncias basan su acusación en el color de piel, estilo de ropa o rasgos de una persona para decir que son miembros de pandillas.
Para Johanna Ramírez, del Servicio Social Pasionista, el caso de Josselyn es el reflejo de una realidad de intolerancia que se ha generado a raíz del régimen de excepción, en la que tanto víctimas como familiares son expuestos y se les limita el derecho a exigir justicia mediante intimidación, muchas veces a través de redes sociales.
“Josselyn se vuelve una víctima más del sistema que está en contra de las familias que buscan ser escuchadas. Las familias de las personas detenidas arbitrariamente están haciendo un uso legítimo de su derecho a pronunciarse, a hacer demandas, a hablar de sus casos utilizando distintas plataformas y medios, pero lamentablemente las reformas legales, la actuación gubernamental y los mensajes estigmatizantes y de odio que se están generando, no permiten que estas personas puedan ser escuchadas realmente ante sus demandas y denuncias”, explicó Ramírez a GatoEncerrado.
Al recibir cuestionamientos y amenazas a partir de la publicación anónima, Josselyn intentó explicar que ella y su hermano nunca han estado vinculados a pandillas.
“Lastimosamente han difundido y viralizado una imagen mía en redes, una foto que fue tomada en el 2013, cuando yo era adolesente y me gustaba escuchar rock. Hay mucha diferencia entre la seña del rock con la de los delincuentes, pero eso las autoridades no lo entenderán jamás por más explicaciones que yo les de, así que temo por mi seguridad y probablemente me van a capturar, ya no voy a involucrarme más en esta lucha, aunque me duele en el alma por mi hermano. Primero Dios todos salgamos bien con cada caso”.
Ese fue el mensaje que dejó Josselyn en uno de los grupos de familiares, donde no volvió a publicar más.
Consciente de su inocencia, acudió a la oficina de la Fiscalía en Cojutepeque, en Cuscatlán, para someterse a cualquier investigación que fuera necesaria; sin embargo, en la Fiscalía le dijeron que no podían hacer nada porque solo atienden casos de personas detenidas, por lo que le recomendaron contratar un abogado penalista y llevar su caso por difamación ante un Tribunal de Sentencia.
Un día después, Josselyn iba a reunirse con GatoEncerrado para explicar su situación e intentar denunciar públicamente la difamación, pero comunicó que temía por su seguridad y que por esa razón decidió abandonar el país, que se iba a ir de inmediato de su casa y que no podía atender periodistas en ese momento.
Fue ese día cuando platicó con la amiga que hizo en las marchas y actividades para exigir justicia por los inocentes detenidos. Recordó que ella le había dicho que podía contar con su apoyo cuando lo necesitara. La primera vez que se vieron y conocieron fue el 1 de junio, un mes antes de que Josselyn cobrara notoriedad y fuera el blanco de amenazas.
Casi nadie lo recuerda ya, pero el 1 de junio fue Josselyn la que convocó a una marcha en la Procuraduría General de la República (PGR) a propósito de que ese día el presidente Bukele iba a dar su discurso de tercer año en la Asamblea Legislativa.
A la marcha no acudió nadie más que Josselyn y una mujer que le dijo que había visto la convocatoria y le contó que había llegado para manifestarse y exigir la liberación de inocentes.
Siempre optimista, Josselyn no vio la fallida convocatoria como un fracaso, sino como la oportunidad de hacer una amiga con la que podía compartir la misma causa por la justicia de los inocentes detenidos.
“Los tiempos de Dios son perfectos. Dios siempre pone a gente de buen corazón en el camino”, dice Josselyn, mientras relata cómo esa amiga se encargó de ponerla a salvo en su última noche en El Salvador, para luego llegar a la terminal.
A las 6:15 de la mañana, Josselyn se despide y sube al autobús, pero a los minutos baja. Valora que el aire acondicionado le hará daño, por lo que busca en el maletero del costado su bolso y saca una colcha azul. Aún con una sonrisa en su rostro, vuelve a subir, se despide y el autobús parte de la terminal.
A las 4:30 de la tarde de ese mismo día, Josselyn escribe en WhatsApp: “Hola! Gracias a Dios pasé bien y sin ningún problema la frontera de El Salvador y Guatemala. No sé cómo se llama, pero por aquí voy”, y dejó su ubicación.
En el mapa aparece que va pasando por la aldea San Fernando Chipo, a 1.8 kilómetros del río Siguacan, en Guatemala. Su ruta aún está empezando y le falta mucho camino para llegar a su destino.
A pesar de su optimismo, lo único que le pesa es tener que irse cuando su hermano aún está en prisión, pero su esperanza es que se haga justicia al hacer público el caso. Josselyn también dice, entusiasmada, que espera el día cuando Gerson sea liberado y ambos se reencuentren afuera de El Salvador y que sepa que ella estuvo dispuesta a buscar justicia hasta que su vida estuvo en peligro.
“Por lo menos cuando él salga, va a saber que no estuvo solo, ahí estuvo su hermana”.