La familia Closa Salazar, que forma parte de la élite económica salvadoreña y que es dueña de los hoteles Tesoro Beach y Tortuga Village en la Costa del Sol, insiste en construir su megaproyecto “Cancún de El Salvador” en la Isla Tasajera, ubicada a 70 kilómetros de la capital. En el afán de lograrlo ha intentado en distintas ocasiones desalojar por la fuerza y por la vía judicial a un aproximado de 400 familias que se asentaron en el lugar desde antes de la década de 1980. La isla se fue poblando, según sus habitantes, por familias que huyeron del conflicto armado, las pandillas y la contaminación por agroquímicos utilizados para el cultivo de algodón en el Bajo Lempa.
Los Closa aseguran que esa tierra les pertenece y que ahora la necesitan para su megaproyecto turístico que incluye bares, hoteles, restaurantes y centros comerciales. Mientras tanto, los colonos han defendido históricamente que la isla es su único hogar y no están dispuestos a abandonar sus viviendas de ladrillos y láminas, sus vacas y gallinas, sus cultivos de marañones y maíz y las lanchas que utilizan para pescar y movilizarse.
Ante esa determinación de los pobladores, los Closa acudieron una vez más a la Fiscalía General de la República y a la Policía Nacional Civil para notificar a las familias, el pasado viernes 2 de diciembre, que solo tenían tres días para desalojar sus viviendas y que de lo contrario sus casas serían derribadas.
El presidente de la Adesco Tasajera, Leonardo Funes, explicó a GatoEncerrado que ni siquiera habían transcurrido los tres días cuando agentes de la delegación policial de La Paz llegaron el domingo y lunes para acompañar a los empleados de la familia Closa que fueron enviados para botar cercos, quemar cultivos y derribar viviendas. Esa complicidad de la Fiscalía y Policía confirma, según los habitantes, el respaldo que tiene la familia Closa de parte del Gobierno de Nayib Bukele.
José Edwin Tolentino, uno de los habitantes de la isla, dijo a esta revista que los colonos esperan que el presidente Bukele cumpla con la promesa que hizo su gobierno de no permitir el desalojo, reubicar a 11 familias que sí están en un terreno privado y entregar escrituras. Eso además de la clínica con Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) que el mismo mandatario prometió. La ministra de Vivienda, Michelle Sol, aseguró a los colonos el 31 de agosto de 2020 que no debían preocuparse: “De aquí no se los llevan, a nadie. Ahí me mandan a hablar y les enviamos (a la) UMO (Unidad de policías del Mantenimiento del Orden)”, prometió.
Dos años después, el terreno que sería utilizado para la construcción de la clínica ha sido tomado por la familia Closa. Los policías han llegado, pero ha sido para custodiar a los encargados de derribar las viviendas y quemar los cultivos.
“Esos monstruos quieren venir a destruirnos a nosotros, porque esos son unos monstruos que vienen contra nosotros los pobres que no tenemos cómo defendernos. Por eso solicitamos ayuda a las organizaciones, porque nos sentimos perdidos. Es que ellos (Closa) tienen el apoyo del presidente. La vez pasada enviaron a los agentes de la UMO a humillarnos. A un cipote (muchacho) le tiraron de ese gas pimienta y a una señora embarazada le gritaron que se quemara la matriz y que dejara de estar pariendo porque no tiene ni cómo mantener estos niños”, dijo Tolentino.
Ante las denuncias que hicieron los habitantes de la isla sobre la quema de cultivos y las casas derribadas como parte del desalojo, la ministra Sol acusó a los medios de comunicación de “tergiversar la información” sobre lo que está sucediendo en la zona. Por su parte, la familia Closa difundió un comunicado, a través de las páginas de noticias del Gobierno, en el que asegura que a petición del presidente Nayib Bukele ha entablado “un diálogo” con el Ministerio de Vivienda para “garantizar soluciones habitacionales a las familias que residen en la Isla Tasajera”.
La Isla Tasajera es parte de un humedal de importancia internacional por la visita de aves migratorias, conocido técnicamente como “Sitio Ramsar”. Este lugar, ubicado exactamente en el estero de Jaltepeque, La Paz, es un territorio privilegiado por su belleza escénica y abundante biodiversidad, que lo vuelven un tesoro ecológico dentro de la costa salvadoreña y el lugar preferido de tortugas marinas en peligro de extinción.