Opinión

“Minería verde” e “ideología de género”

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Leonel Herrera

Periodista y activista social.

Para congraciarse con la extrema derecha internacional y profundizar su postura conservadora, Nayib Bukele declaró la guerra contra la “ideología de género”. El autócrata salvadoreño usa este concepto falso y carente de perspectiva teórica, filosófica y científica para justificar su arremetida contra las políticas de equidad de género e inclusión de sectores vulnerables y su ataque a los derechos sexuales y demandas de la población LGTBIQ+.

Por Leonel Herrera* 

Cuando quieren impulsar políticas o proyectos perniciosos que generan resistencias sociales, gobiernos y corporaciones suelen inventarse conceptos falsos, engañosos o que carecen de rigurosidad científica. “Minería verde” e “ideología de género” son dos ideas referidas a ámbitos muy distintos, pero ilustran claramente esta situación. Con uno se intentó promover nocivos proyectos extractivos y con el otro se quiere justificar la ofensiva contra los derechos de las mujeres, la diversidad sexual y grupos vulnerables.  

La falacia de la “minería verde”

Según los expertos en geología, hidrología y otras áreas afines, la minería metálica es la más nociva de las industrias extractivas, debido a cinco razones. La primera es el uso intensivo de agua para lixiviar los minerales y separarlos del resto de la roca. Las empresas mineras compiten con las comunidades en el acceso al vital líquido, provocan mayor escasez de agua y terminan agotando las fuentes hídricas.

Organizaciones y activistas ambientales de Honduras, señalan que una mina de la empresa Entre Mares secó 19 de los 23 ríos que existían en Valle de Siria, Departamento de Francisco Morazán. En El Salvador, la compañía canadiense Pacific Rim declaraba en el estudio de factibilidad del proyecto El Dorado, en San Isidro, Cabañas, que utilizaría 11.5 litros de agua por segundo; es decir, unos 900 mil litros diarios. Indudablemente esta mina habría dejado sin agua a la población de la zona. 

La segunda se refiere al uso de químicos tóxicos como cianuro o mercurio, que causan graves daños a la salud y provocan la muerte. Este veneno es capaz de matar en pocos segundos a quien ingiera una cantidad equivalente a un grano de arroz, y las empresas mineras usan cientos de toneladas en el proceso de lixiviación de los metales. 

La tercera tiene que ver con la destrucción del paisaje natural y de los ecosistemas, sobre todo la minería a cielo abierto que derriba cerros y montañas para procesar miles de toneladas de rocas y extraer los metales que se encuentran dispersos en cantidades microscópicas. Esto también desplaza forzosamente a comunidades enteras y destruye tierras con vocación para agricultura, ganadería y otras actividades productivas.

La cuarta se relaciona con el “drenaje ácido” que se produce cuando los metales son removidos de su estado natural y entran en contacto con el agua o el aire. Este fenómeno todavía existe en el norte de La Unión, donde operó una mina hace más de 100 años: el agua del río San Sebastián es un líquido anaranjado altamente contaminado.

Y la quinta está vinculada a los accidentes en el manejo de los desechos de las minas. Hay desastres ambientales y sociales cuando colapsan diques de “lagunas de colas”, sobre todo en países con actividad sísmica o propensos a tormentas, huracanes y otros fenómenos naturales. En Brasil, el rompimiento de un depósito de residuos mineros mató a 270 personas, en enero de 2019: un alud de 11 millones de metros cúbicos de lodo tóxico arrasó viviendas, cultivos y todo lo que encontró a su paso en cientos de kilómetros hasta llegar al mar.

Otro ejemplo es el hundimiento de la ciudad de Kiruna, en Suecia, por consecuencia de una mina subterránea. En El Salvador, un incendio en una mina en El Divisadero, Morazán, causó la muerte a 85 trabajadores en 1915. El historiador Héctor Lindo destaca que el hecho fue ocultado en el país y se conoce porque fue publicado en una periódico de Costa Rica.

A estas razones de carácter ambiental se agregan pérdidas económicas, conflictividad social, corrupción de funcionarios públicos y otros efectos de la minería metálica. Sin embargo, en El Salvador, Pacific Rim y otras empresas extranjeras hablaban de “minería verde” para vender la idea falsa de una “minería sostenible”, “no contaminante” y totalmente inocua; es decir, que no provoca ningún daño. 

La minería metálica sólo podría ser “verde” si -por ejemplo- no usara enormes cantidades de agua ni utilizara cianuro; pero eso es imposible porque, a pesar de los avances tecnológicos, la industria minera no ha logrado desarrollar ningún otro método para la extracción de metales como oro y plata. Por tanto, la “minería verde” no existe y sólo se trata de un falaz concepto publicitario inventado por el lobby extractivista, sin ningún asidero técnico o científico, empleado para engañar e imponer nocivos proyectos mineros.

Por dicha, la población salvadoreña no se dejó engañar por la campaña de la “minería verde”, rechazó los proyectos extractivos y presionó por la Ley de Prohibición de la Minería Metálica, finalmente aprobada por unanimidad el 29 de marzo de 2017, como resultado de un amplio “consenso nacional antiminero”. Frente a la mortal amenaza minera, el país optó por proteger el agua, el medioambiente y la vida.

El chantaje de la “ideología de género”

Para congraciarse con la extrema derecha internacional y profundizar su postura conservadora, Nayib Bukele declaró la guerra contra la “ideología de género”. El autócrata salvadoreño usa este concepto falso y carente de perspectiva teórica, filosófica y científica para justificar su arremetida contra las políticas de equidad de género e inclusión de sectores vulnerables y su ataque a los derechos sexuales y demandas de la población LGTBIQ+.

El género no es ideología, es decir, un conjunto de ideas y creencias de algún grupo social; sino una categoría de análisis, un enfoque teórico y una perspectiva de estudio desde los cuales se analizan y se platean soluciones a problemas como el machismo, la violencia contra las mujeres y la discriminación contra la diversidad sexual.

El Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJERES), del gobierno de México, sostiene que la “ideología de género” no existe como concepto o categoría en las ciencias sociales y que “es un constructo que busca denostar las reivindicaciones de los derechos de las mujeres y de la diversidad sexual”. Señala que es sólo un término “utilizado de manera negativa y despectiva para cancelar o desestimar la diversidad sexual y de género a la que se han ido abriendo las sociedades, culturas y naciones”.

INMUJERES advierte que la denominación del género como ideología busca adjudicar un falso carácter dogmático a las ideas de igualdad, empoderamiento y respeto a la vivencia personal de la identidad y la sexualidad. Señala que la “ideología de género” es una excusa para “rechazar a los movimientos feministas y de la diversidad argumentando que van contra la naturaleza y la familia y que ponen en peligro el orden social establecido”. 

La Fundación iS+D para la Investigación Social Avanzada, incluso, ironiza diciendo que desde el punto de vista científico hablar de “ideología de género” sería como hablar de “ideología de la gravedad” o “ideología del sistema solar”.

Esta organización española explica que “existe un amplio consenso científico sobre cuestiones como la desigualdad estructural de género, la violencia de género y la discriminación que sufren las mujeres por el mero hecho de serlo”. En este sentido -plantea- existe evidencia científica de que el patriarcado, como sistema social, es un hecho cuyo origen se remonta a las Revoluciones Neolíticas, entre los años 8,000 y 3,000 antes de Cristo.

La referida fundación destaca que “la perspectiva de género ya se aplica de manera transversal desde la historia, la medicina, la antropología, la sociología, la psicología, la educación, la arqueología, la comunicación, la economía y otras áreas del conocimiento científico”; y señala que la idea de la “ideología de género” es promovida principalmente por partidos políticos y corrientes de extrema derecha.

En efecto, “ideología de género” es un término inventado en los años noventa del siglo pasado por ideólogos e ideólogas ultraderechistas estadounidenses, argentinas, españolas y de otras nacionalidades, con el fin de desvirtuar el avance en materia de derechos y políticas de equidad e inclusión de género, resultante de la lucha de las mujeres, la población LGBTIQ+, persona viviendo con VIH y otros grupos que sufren discriminación.  

En el auge actual de la extrema derecha -con gobernantes machistas, misóginos y homofóbicos como Donald Trump, Jair Bolsonaro y Javier Milei- esta narrativa se ha expandido, apoyada también por el conservadurismo católico y grupos evangélicos fundamentalistas. En El Salvador, Bukele se ha sumado al coro ultraconservador ordenando eliminar la “ideología de género” de la currícula educativa, de los programas de salud y otros ámbitos donde había sido incorporado el enfoque de género. 

El gobernante autoritario -reelecto inconstitucionalmente el pasado 4 de febrero- lo hizo después de participar en la Conferencia Política de Acción Conservador (CPAC), realizada hace tres semanas en Estados Unidos, donde fue aplaudido por eufóricos terraplanistas, antivacunas, negacionistas del cambio climático y demás conspiranoicos de extrema derecha que combaten la “ideología de género”.

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Leonel Herrera

Periodista y activista social.

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