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Opinión

Defender el agua es defender la vida

Mayo 6, 2025

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Por Andrés McKinley*

En los últimos años, países en vías de desarrollo y comunidades vulnerables alrededor del mundo han sido víctimas de una campaña persistente y agresiva por parte de gobiernos y empresas mineras transnacionales, que intentan convencernos de que la minería metálica es posible sin dañar el medio ambiente. Además, nos acusan de ser “tontos e ignorantes” si no aprovechamos la explotación de minerales para el desarrollo económico y social, incluso en zonas altamente vulnerables. En ese contexto, han surgido y siguen promoviendo los mitos de la “minería moderna”, la “minería verde”, la “minería responsable” y la “minería sostenible”, mientras proyectos mineros a nivel mundial continúan destruyendo nuestros ecosistemas, contaminando nuestras aguas con cianuro, mercurio, drenaje ácido y otras sustancias tóxicas, y condenando a miles de comunidades a una vida de contaminación, enfermedades y pobreza.

Así fue el caso de la mina de cobre Sino Metals, en Zambia, África, promovida desde hace años por una empresa china que prometía desarrollo sostenible y bienestar, un auge económico para las comunidades cercanas y la generación de ingresos para la salud y la educación de la población de Zambia. Sin embargo, la realidad fue diferente. El 18 de febrero de este año, la mina sufrió un grave accidente cuando un dique de cola (donde se acumulan los desechos tóxicos de las operaciones mineras) se rompió, descargando más de 50 millones de litros de aguas contaminadas con lodo ácido y metales pesados en la cuenca del río Mwambashi. Este río es tributario del río Kafue, el más importante de Zambia, que atraviesa cinco provincias del país donde vive el 60 % de los 20 millones de habitantes. La población depende del río para su agua potable, la pesca, el riego agrícola y el agua para la industria. Este terrible incidente perjudicará, por décadas, las formas tradicionales de vida de más de 12 millones de habitantes del país. Lo que es peor, el río Kafue desemboca en el estratégico río Zambeze, el cuarto más importante del continente africano, generando la preocupación de que la contaminación afecte, además de Zambia, a países como Angola, Namibia, Botsuana y Mozambique.

La Fuerza Aérea de Zambia y la empresa china respondieron vertiendo 250 toneladas de cal en el río Mwambashi en un esfuerzo por neutralizar el ácido, pero los peces seguían muriendo 240 km río abajo del sitio de la mina y los campos de maíz a lo largo de sus orillas seguían quemándose por el agua ácida.

Sino-Metals suspendió sus operaciones inmediatamente después del accidente, pero inspecciones en otras minas de esta empresa llevaron al descubrimiento de una rotura en otro dique de retención de cola filtrando ácido sulfúrico en los arroyos locales, incluido el río Lulamba, que también desemboca en el río Kafue. Según un habitante de la zona afectada por el accidente y entrevistado por los medios de comunicación unos días después, “antes del 18 de febrero, el Kafue era un río vibrante y lleno de vida…Ahora todo está muerto …Increíble. De la noche a la mañana, este río murió”.

Al otro lado del planeta, un accidente similar ocurrió en el año 2015 en una mina de hierro en el estado de Minas Gerais, Brasil. Una represa llena de residuos tóxicos se derrumbó descargando más de 55 mil millones de litros de aguas con lodo envenenado de la minería, hundiendo comunidades cercanas, afectando directamente a 41 poblaciones y causando la muerte de 19 personas. Los residuos con lodo alcanzaron eventualmente la cuenca del río Doce, uno de los ríos más importantes en el estado de Minas Gerais, abarcando alrededor de 230 municipios de los estados de Minas Gerais y Espírito Santo. De allí, fluyeron por más de 400 km hasta llegar al océano Atlántico, destruyendo en su camino la principal fuente de agua y las formas tradicionales de vida de muchos miles de familias. El Ministerio de Medio Ambiente de Brasil declaró que la tragedia fue el peor desastre ambiental en la historia del país, mientras que ambientalistas proyectan que llevará más de 100 años para que el río y el mar se limpien.

Tres años y dos meses después de este horrible accidente, el 25 de enero de 2019, otra represa de cola en el mismo estado de Minas Gerais de Brasil, y de la misma empresa, colapsó cerca de la ciudad de Brumadinho, liberando una avalancha de 13 millones de litros de lodo y residuos tóxicos acumulados a través de años de minería de hierro. Testigos presenciales lo describieron como un “tsunami” de lodo viajando a una velocidad de 70 km por hora, sepultando casas, negocios y cualquier otra cosa en su trayectoria, destruyendo 140 hectáreas de bosque nativo y dejando 272 personas muertas. Los desechos alcanzaron el río Paraopeba a ocho kilómetros de distancia de Brumadinho, dejando contaminada la principal fuente de agua de unas 600 mil personas.

La cruel realidad de la “minería moderna”:

Proponentes de la “minería moderna”, o “minería verde”, como la llaman hoy en día, aseguran que hay una nueva tecnología para la explotación de minerales en nuestra tierra que evita dañar al medio ambiente. No obstante, la experiencia nos muestra que NO HAY MINA QUE NO CONTAMINE. La contaminación puede ser resultante de la ausencia de un estudio adecuado de impacto ambiental en la fase de planificación de la mina, especialmente en países vulnerables. En otros casos, puede resultar de un mal diseño de la mina misma o de los diques de cola, donde los proyectos mineros acumulan los desechos tóxicos durante su vida productiva. Frecuentemente, está causada por descuidos y errores humanos o por desastres naturales (terremotos, huracanes, tormentas tropicales, etc.) o simplemente por el mal manejo. Lo seguro es que tarde o temprano, va a haber contaminación, por una razón u otra. Durante la época de la minería moderna (del año 2000 en adelante), ha habido un sinfín de casos de destrucción ambiental causada por la llamada “minería verde” que han demostrado esta grave realidad:

-La mina Pascua Lama, entre Chile y Argentina, ha sido notable por la sobreexplotación de agua, la contaminación de aguas con cianuro, arsénico, aluminio, cobre y sulfato y la destrucción de glaciares importantes para la recarga de ríos, lagos y acuíferos de los pueblos indígenas en el Valle de Huasca, donde siembran aguacates, melocotones, limones, duraznos, uvas y peras.

-En enero del año 2000, solo dos años después de su construcción, el dique de cola de la mina de oro, Aurul, en Baia Mare, Rumania, anunciado por los medios en aquel tiempo como el dique de cola “más moderno y más seguro de Europa”, se derrumbó dejando escapar más de 100 millones de litros de aguas contaminadas con cianuro y metales pesados a los ríos Lapus y Somes, dos tributarios del río Tisza (de los ríos más grandes de Hungría) y desembocando en el famoso río Danubio. En este caso, un cóctel letal de toxicidad envenenó las fuentes de agua potable de 2.5 millones de personas y generó más de 2000 toneladas de peces muertos en su ruta por Serbia, Bulgaria y Rumania hasta llegar al mar Negro. Los niveles de cianuro en algunas áreas superaron en 700 veces las normas internacionales, y los niveles de metales pesados, como cobre, zinc y plomo, llegaron a concentraciones 160 veces los niveles permitidos.

-La mina Kumptor de Kyrgyzstán utiliza 4.3 mil millones de litros de agua por año (11.8 millones de litros de agua por día) generando escasez de agua para las comunidades río abajo de la mina. A la vez, entre 1970 y 2000, ocurrieron varios accidentes de camiones cargados de cianuro que terminaron contaminando al río Barskoon, exacerbando el problema de sobreexplotación de agua en la zona y destruyendo la vida acuática para las comunidades cercanas;

-En Benguet, Filipinas, en agosto y septiembre de 2012, una serie de derrames de cola de una mina operada por la corporación Philex Mining, liberó aproximadamente 21 millones de toneladas de residuos mineros tóxicos en los ríos Balog y Agno.

-En Papúa, Nueva Guinea, entre 1984 y 2013, daños en el sistema de diques de cola de la mina OK Tedi permitieron el escape de más de 120 mil toneladas diarias de desechos tóxicos en el ecosistema del río Fly, generando uno de los “peores desastres ambientales causados por el hombre en el mundo”, según reportes de expertos, dejando las aguas contaminadas con metales pesados y otros tóxicos, eliminando la vida acuática, destruyendo la producción agrícola y desplazando a cerca de 50,000 personas de sus comunidades de origen.

-En Columbia Británica, Canadá, el 4 de agosto de 2014 la represa de colas de la mina de cobre y oro, Mount Polley, colapsó descargando unos 25 mil millones de litros de agua y residuos mineros en lagos y ríos cercanos.

-En Jagersfontein, Sudáfrica, el 11 de septiembre de 2022, el colapso de un dique de cola descargó miles de millones de litros de agua y lodo tóxico destruyendo más de 100 casas, desplazando a más de 1000 personas y causando 3 muertos y 300 heridos.

-En Cabildo, Chile, en junio de 2024, fuertes lluvias provocaron desbordamientos de un dique de cola de la mina de cobre, Las Cenizas, contaminando el agua de la región con metales pesados y afectando el río La Ligua.

-En Centro América, tenemos los casos emblemáticos de la mina Marlin, en Guatemala, que ha desplazado comunidades mayas, destruyendo sus bosques, contaminando el importante río Xalá con cianuro y metales pesados y secando fuentes tradicionales de agua potable; la mina San Martín en Honduras que secó 19 de los 23 ríos del Valle de Siria en solo nueve años de operaciones, dejando las aguas de otros ríos contaminados de cianuro y metales pesados y generando graves problemas de salud para la población cercana; la mina San Andrés en la Unión de Honduras que ha sufrido continuas fugas de cianuro con metales pesados y otros tóxicos, contaminando el río Lara, la principal fuente de agua dulce para las comunidades de esa zona. En El Salvador tenemos la mina San Sebastián, que ha generado un problema grave y sin solución de drenaje ácido de mina en el departamento de La Unión, destruyendo el río San Sebastián, la fuente más importante de agua de cientos de comunidades de la zona.

Aun en EEUU, donde existe una institucionalidad más fuerte y una efectiva regulación de la industria minera, hay una abundancia de ejemplos de minas que siguen generando estragos al medio ambiente y a la vida misma.

Una alarma para el río Lempa:

Todos estos casos son ejemplos para El Salvador y para su estratégico río Lempa. La magnitud y frecuencia de desastres asociados con la minería metálica en nuestro mundo apuntan a la importancia de la cautela extrema, especialmente en países que actualmente sufren de crisis ambiental, como el caso de El Salvador. Es por eso que, en el año 2017, por voto unánime, El Salvador se honró por ser el primer país en el mundo en evaluar los enormes costos de la minería metálica y ejercer su derecho a decir “No” a todas sus modalidades.

La minería metálica es importante para el desarrollo de nuestras sociedades, pero eso no significa que se haga bajo cualquier circunstancia o en cualquier lugar. La mina promedio en Centroamérica utiliza más de un millón de litros de agua diariamente, una amenaza grave para un país como El Salvador donde ya se sufre de estrés hídrico, con insuficiente agua para la demanda de la población. La minería metálica contamina las aguas con cianuro, ácido sulfúrico, metales pesados y otras sustancias tóxicas, una amenaza para un país que ya sufre de la contaminación de más del 90% de sus aguas superficiales. La minería destruye los bosques, un problema grave para un país como El Salvador con menos del 3% de su bosque original, según algunos expertos. Y la minería destruye los hábitats naturales, un peligro para un país tan densamente poblado.

Tomando en cuenta que la gran mayoría de depósitos de oro y plata en El Salvador se ubican en la cuenca del río Lempa, de donde sacamos la mitad de nuestra agua potable, más del 40% de nuestra energía y la mitad de nuestra agua para el riego, no es válido el argumento de las empresas mineras y de algunos gobernantes que insisten en que la opción de prohibición de la minería es “ridícula”. Según los sondeos de la UCA y otras fuentes, la gran mayoría de la población de El Salvador reconoce la amenaza al agua y a la viabilidad misma de nuestro país que representa la minería metálica y apoya la opción de decirle “No”. Para esta mayoría, es una cuestión de vida o muerte.

*Andrés McKinley

Especialista en medio ambiente, agua y minería en la Vice Rectoría de Proyección Social de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA). Posee maestría en Administración de Salud y tiene 50 años de experiencia en programas de desarrollo sostenible en EE.UU., América Latina y África. Para más información sobre el tema de minería metálica, vea su libro, “La Amenaza de la Minería Metálica en un Mundo con Sed”, UCA Editores.