El miedo a ser excluido de la ayuda económica en medio de la emergencia del COVID-19

El Salvador se mantiene en cuarentena domiciliar. Solo unos cuantos tienen permiso de salir, el resto debe quedarse en casa. 1.5 millones de familias son las más afectadas por la medida, según estimaciones del Gobierno. A ellas, el Ejecutivo se comprometió en ayudarles con un subsidio de $300 para que puedan subsistir al impacto del COVID-19. Fernando Hernández, de 75 años, cree que esa ayuda gubernamental no alcanzará a llegarle: no tiene casa propia, pensión, ni recibo de energía eléctrica a su nombre. El Ejecutivo aún no determina, o al menos no ha explicado oficialmente, qué mecanismo usará para identificar a los más vulnerables, solo anunció que la ayuda la obtendrán quienes gasten menos de 250 kilovatios de energía eléctrica. La falta de información hace que Fernando esté en zozobra y se vea en la necesidad de salir a pedir unas monedas, porque sino no come.

Fernando Hernández, de 75 años, vive solo en una habitación del Hotel León, en el centro de San Salvador. En realidad, el lugar es una gran casa en la que viven varias personas. Todos los días recorre el centro capitalino para buscar un par de monedas y garantizar su comida diaria. Una vecina le ayuda a preparar sus alimentos. Fernando insiste en que debe salir, a pesar de la cuarentena, porque tiene temor de ser excluido de la ayuda económica que ha ofrecido el Gobierno ante las restricciones para evitar la propagación del COVID-19.

Todos los días viaja desde la zona del Mercado exCuartel hasta las aceras del centro comercial Metrosur, donde se sienta a pedir unas monedas. Fernando enfermó de tétano cuando era un niño, por esa razón tiene dificultades para hablar. Debido a complicaciones, también perdió la movilidad en sus piernas. 

La noche del sábado 21 de marzo, el Ejecutivo decretó una cuarentena domiciliar nacional, para evitar la propagación del COVID-19. Una de las medidas adoptadas por el Gobierno para palear la crisis económica que la cuarenta dejará es la entrega de un subsidio de $300 a 1,5 millones de hogares que consumen menos de 250 kilovatios de energía eléctrica. Pero Fernando tiene miedo de ser excluido: no tiene trabajo y el recibo de luz no viene a su nombre.

Bajo el ardiente sol de las 3:00 p. m, Fernando toma un descanso antes de cruzar la calle para seguir su trayecto. Dice que no puede estar en cuarentena, porque tiene que salir a “rebuscarse” para comer. Miembros de la PNC y del CAM ya lo conocen, a pesar de las advertencias para que nadie salga de casa, saben que Fernando no tiene ayuda de nadie para ganarse el pan de cada día. 

Estos días ha recibido muy poca ayuda. La mayoría de los salvadoreños están encerrados en sus casas y no salen a las calles, donde Fernando les podría pedir unas monedas. Esta tarde, por suerte, una señora le regaló unos tamales y por eso decidió regresar temprano a su cuarto.

Más de GatoEncerrado

Los efectos no previstos del COVID-19 — Por Cristina Hernández

El COVID-19 aún no ha matado a nadie en El Salvador. Pero la histeria colectiva, provocada por la información alarmista que está dando el Gobierno, está generando daños en la salud mental, sobre todo en las personas que son las más vulnerables en la pandemia.