Ilustración/Leonel Pacas

La violencia contra las mujeres que el presidente Bukele ignora

Susan Regalado fue asesinada durante la cuarentena domiciliar obligatoria. El relato de su feminicidio tiene un común denominador con las otras 27 mujeres asesinadas entre el 17 de marzo y el 15 de junio de 2020: las señales que anunciaban una tragedia. El presidente Nayib Bukele, lejos de impulsar un plan para prevenir la violencia contra las mujeres en sus distintas manifestaciones, evidencia que no reconoce la violencia de género y hasta se conforma con los datos sin contexto que tiene sobre la cantidad de feminicidios ocurridos en su primer año de gestión.

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Por Karen Moreno

Cristina*, una adolescente de 17 años, despertó bruscamente a las 2:45 de la madrugada de ese 29 de abril de 2020. El ruido seco la hizo saltar del camarote que compartía con su hermano de 10 años. Apartó la cortina, que hacía las veces de una pared para dividir la habitación con la de sus padres, y logró ver la silueta de su papá, mientras encendía la luz.

“¿Qué estás haciendo?”, preguntó, confundida; pero su papá, Edwin Alexander López Rivas, no contestó. Hizo como que no la escuchó y continuó estrangulando a su madre Susan Daly Regalado. 

Cristina se restregó los ojos, para ver con más claridad, y se asustó al observar que su madre estaba ensangrentada por las puñaladas que previamente había sufrido. En ese momento, lo único que se le ocurrió de forma instintiva fue correr y empujar a su padre contra la pared. 

Luego levantó a su madre de la cama y la cargó hasta la puerta de la habitación del mesón, que compartían con la familia de Susan. Edwin se les adelantó al pasillo. 

Marvin Regalado, uno de los tíos de Cristina y hermano de Susan, fue el primero en levantarse y correr por el pasillo hacia la habitación después de escuchar el alboroto. Detrás venían todos los demás familiares de Susan, confundidos. 

—¡Matame Marvin! —gritó Edwin, con los brazos extendidos y cubiertos de sangre— ¡Mirá lo que he hecho!

—Susan, te lo dijimos. ¡Este hombre te iba a matar!— interrumpió Marvin, sin prestar atención a lo que Edwin gritaba, y luego corrió a llamar a la Policía. 

—Susan, despierte. No se duerma, Susan. Manténgase con nosotros. No cierre los ojos, Susan, Susan…— repetía Yuri de Regalado, una tía política de Cristina, quien se acercó con una toalla para intentar detener las hemorragias provocadas por el cuchillo de cocina que había usado Edwin.

Eran, en total, cuatro heridas. Una en el lado izquierdo del cuello y otra detrás. Una en la mejilla izquierda y la última en la frente.

Una patrulla de la Policía Nacional Civil (PNC) tardó siete minutos en llegar hasta el mesón, ubicado en el municipio de Mejicanos. Cuando Marvin vio a los policías, inmediatamente pidió ayuda a su hermano Walter Regalado para levantar a Susan del suelo y cargarla hasta el vehículo policial. De camino al hospital, la única atención que Susan tuvo fue la toalla que Yuri le había colocado alrededor del cuello.

En el mesón, Fredy Regalado, un tío de Cristina y hermano de Susan, tomó control de la situación mientras otra patrulla llegaba para arrestar a Edwin.

—¡Matame!— rogó Edwin.

—Acostate en el suelo— ordenó Fredy. 

—¡Matame!— insistió, mientras observaba la puerta de salida, que estaba abierta.

—Si intentás irte, esto se va agravar más.

Edwin Alexander López, después de haber sido sorprendido estrangulando a Susan. Foto/Cortesía

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El 4 de junio, en cadena nacional de radio y televisión, el presidente Nayib Bukele aseguró que “las mujeres están 61 % más seguras en este gobierno de lo que estaban en el gobierno anterior”. Lo dijo cuando el ministro de Justicia y Seguridad Pública, Rogelio Rivas, le informó que los feminicidios redujeron 61 % desde el 1 de enero de 2020, y en general desde que asumió la presidencia, en junio de 2019. 

El presidente fue impreciso e incluso engañoso cuando ofreció esos datos en cadena nacional. La imprecisión estuvo en el análisis limitado sobre la violencia contra las mujeres que hizo el presidente, según dijo a GatoEncerrado la coordinadora nacional de casos de feminicidios de la Fiscalía General de la República (FGR), Graciela Sagastume. “La violencia contra la mujer no se debe medir solamente en tipo de violencia feminicida o muerte de mujeres, porque la violencia contra la mujer tiene otras manifestaciones”, explicó.

El artículo 9 de la Ley Especial Integral para una Vida Libre de Violencia para las Mujeres (Leiv) considera, además de la violencia feminicida, otros tipos de violencia: económica, física, psicológica y emocional, patrimonial, sexual y simbólica. El artículo 10 considera como modalidades la violencia comunitaria, la violencia institucional y la violencia laboral.

¿Por qué es importante que el Gobierno reconozca los distintos tipos de violencia al referirse a la seguridad para las mujeres? Porque, según la Leiv, la violencia feminicida es “la forma extrema de violencia de género contra las mujeres (…) conformada por el conjunto de conductas misóginas que conllevan a la impunidad social o del Estado, pudiendo culminar en feminicidio”.

Es decir, el feminicidio va precedido de diversas expresiones de violencia, “que pueden iniciar con la violencia verbal, física y sexual, que puede aumentar con lesiones severas hasta que finalmente culmina en la privación de la vida de una mujer”, según el Protocolo de actuación para la investigación del feminicidio de la Fiscalía.

Una de las manifestaciones de la violencia, que refleja números alarmantes en los registros, es la violencia sexual. Según datos de la Fiscalía, del 1 de enero al 1 de junio de este año, se han registraron 2,044 casos de violencia sexual, mientras que del 1 de enero al 1 de junio de 2019, ingresaron 2,644. Aunque la cantidad bajó levemente este año, la frecuencia de esa violencia sigue elevada. De acuerdo con datos de la PNC, citados por una nota de La Prensa Gráfica, cada siete horas violaron a una mujer durante la cuarentena domiciliaria obligatoria. 

Sobre estos datos, la Fiscalía y las organizaciones defensoras de derechos concuerdan en que son más, pero que existe un subregistro que podría ser mayor. La explicación, según coinciden, es que la mayoría de mujeres no denuncia debido a las restricciones de movilidad que hubo durante la cuarentena.

Las expresiones de violencia tampoco van a la baja: del 1 de enero al 1 de junio de 2019 hubo 1,620 expedientes, mientras que en el mismo período de este año ocurrieron 1,581. La Fiscalía informó, vía Twitter, que desde enero hasta el 31 de mayo, la institución atendió 2,373 denuncias de violencia hacia mujeres y 974 hacia niños. 

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Edwin López tiene 40 años y Susan Daly Regalado 35. Llevaban más de 20 años casados. Se conocieron y empezaron su relación cuando ella tenía 13. Desde su niñez, Susan apoyaba a su padre, Francisco Regalado, en el negocio familiar de panadería, que opera en el mesón. Ese lugar, que es negocio pero también hogar, tiene cuatro cuartos que a duras penas alcanzan para acomodar a unas 16 personas: la descendencia de Francisco con sus esposas y sus hijos. 

La familia describe a Susan como una trabajadora incansable. Edwin se dedicaba a comercializar el pan en el municipio, pero enfermó y quedó incapacitado para trabajar por un año y dos meses. Durante el tiempo en que Edwin estuvo ingresado, Susan fue al hospital día tras día para cuidarlo y atenderlo. Para sobrevivir y aportar lo que Edwin no podía, Susan también planchaba ropa, vendía hot dogs, hamburguesas y paletas en Mejicanos. 

Blanca Lelis Regalado, una de sus hermanas, buscó entre sus archivos unos videos familiares del 25 de enero, para explicar a GatoEncerrado cómo era la relación entre Edwin y Susan. En los videos se observa a la pareja compartir con el resto de la familia en una playa: “Vayan a bañarse ustedes, tullidos, si ustedes metidos son. Aquí estamos felices, ¿va, mi amor, que aquí estamos felices los dos?”, decía Susan, en ese video. 

Una de las primeras señales de alerta ocurrieron cuando eran novios. Edwin se cortó las venas de las manos, frente a los familiares de Susan, una madrugada. “Me corté las venas por vos”, le dijo en esa ocasión, según relató Marvin Regalado. “Él trataba de manipularla bastante”, agregó. 

Cuando llevaban pocos años de casados, Edwin la amenazó con un cuchillo en su garganta. Al saberlo, su hermana Blanca Regalado fue a traerla para alejarla del peligro de estar con un hombre violento. “Yo me fui en el carro de un amigo y la fui a traer, con sus cosas (…) En tres o cuatro días se fue de regreso”, recordó Blanca.

 A Edwin no le gustaba que tuviera amistades, y si llegaba visita, Susan tenía que encerrarse, contó Blanca. Edwin también la vigilaba cuando ella iba a la Iglesia Bautista Internacional La Obra de Dios.

Círculo de violencia

María Rosa Cruz, psicóloga de la Colectiva Feminista, detalló a GatoEncerrado que el círculo o ciclo de la violencia contra las mujeres tiene tres fases: la acumulación de tensión, la explosión de agresión y el arrepentimiento-reconciliación. La primera se caracteriza por incidentes menores de agresión de diversas formas. “Generalmente, las víctimas las atribuyen a factores externos, como el estrés, problemas económicos, carga de trabajo y se niegan a reconocer las conductas violentas de las personas agresoras”, explicó. 

En la segunda fase, se presenta una descarga incontrolable de violencia psicológica, física o sexual. Y la tercera, también llamada “luna de miel”, se distingue por un comportamiento afectivo de reconciliación por parte de la persona agresora y de perdón por parte de la víctima. Una vez cerrado el ciclo, la primera fase vuelve a aparecer. “Muchas mujeres continúan sufriendo la violencia, que las lleva a situaciones cada vez mucho más graves y peligrosas”, detalló la psicóloga Cruz. 

Un feminicidio anunciado

Susan intentó terminar la relación unos ocho días antes del crimen, pero miembros del grupo de rehabilitación Alcohólicos Anónimos, al que pertenecía Edwin, intentaron convencerla de que arreglara su relación.

 “Le llaman a mi hermana (Susan) diciéndole que le iban a entregar unos víveres (…) Porque sabían que él no le había dado dinero (…) Nunca vimos que trajeran víveres a mi hermana”, aseguraron miembros de la familia de Susan. 

En un video, tomado por una de las personas presentes en la reunión, se observa a Edwin pidiendo disculpas a Susan. Pero también se escucha que pone parte de la carga de la culpa en ella. Su discurso es incoherente y su lenguaje corporal amenazante. 

Por eso la he llamado a ella. Que de aquí para allá, oíme bien, de aquí para allá me pongo un proceso, con esa cuestióndice Edwin en el video, con voz elevada, levantando su dedo índice—. Aunque aún así, he recibido el daño emocional.

—Te vas a dar cuenta, con el tiempo, que no es daño el que te hace— interrumpe un miembro del grupo.

—Vaya, vaya, no fue daño. Pero, oíme bien: yo aquí, delante de ustedes, y de ella, oíme bien —dice, mientras se arrodilla frente a Susan, quien permanece callada, con los brazos cruzados— Te pido disculpas, oíme bien, y me proceso este día, con esta enfermedad que tengo. No me importa si vos me pedís disculpas, si te llego a decir las cosas. No. ¿Por qué? Porque hay un amor. Además, yo amo a esta mujer. Sí, yo te amo. ¿Pero cuál es mi error? Ese. ¡Ese es el único! Si yo no te hago daño. Al contrario, yo te demuestro lo que…

Termina el video. 

De esa reunión, Susan volvió a su casa acompañada de Edwin. 

Un día antes del crimen, a las 3:00 de la madrugada, Fredy Regalado se despertó para ir al baño. Reconoció la silueta de Edwin, afuera de la habitación. Le pidió que se acercara para hablar. Desconfiado, Fredy lo revisó para asegurarse de que no tuviera un arma. “Vos traés amistades aquí y esas amistades tuyas le han dado una bicicleta a mi hijo. ¿Por qué hacés eso?”, cuestionó Edwin. Luego fingió llanto.

“Yo te quiero decir algo. Yo aquí siento en el corazón que hay veces que, bien dice la Biblia, que la muerte no sabe a qué hora le llega a uno: o le llega en la tarde, o le llega en la mañana, o le llega en la noche, o en la madrugada. Y tanto vos, como tu padre y tus hermanos, todos están predispuestos a la muerte”, le dijo Edwin a Fredy, horas más tarde, en la mañana. 

Después de esas pláticas extrañas, Fredy habló con Susan y le advirtió: “Yo, así te lo digo, de todo corazón, que este hombre te va a matar. Y si no te va a matar a vos, va a querer (hacerlo) con alguien de la familia”. Pero Susan, al escucharlo, objetó: “Yo tengo controlado eso, él no llega hasta ahí”. 

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Investigaciones fiscales 

Según el monitoreo de medios realizado por el Observatorio de Violencia contra las Mujeres de la Organización de Mujeres Salvadoreñas por la Paz, desde el 17 de marzo hasta el 15 de junio de 2020, ocurrieron 28 muertes violentas de mujeres. La Fiscalía ha calificado 13 de esos casos como feminicidios, mientras que los otros siguen en investigación. La coordinadora fiscal, Graciela Sagastume, informó que “6 o 7 ya fueron judicializados”.

La FGR cuenta con la Dirección de Técnicas de Investigación e Información (Dati) y la Unidad de Análisis de Información, que permiten a los fiscales investigar con el apoyo de medios tecnológicos. La jefa fiscal detalló a GatoEncerrado que obtienen información de teléfonos celulares, “desde la extracción pura de toda la información de todos los teléfonos e indagación sobre movimiento de los teléfonos mediante conexiones de antena”. Para eso, justifican la intervención con la Ley Especial para la Intervención de las Telecomunicaciones. 

Sagastume también mencionó que las técnicas especializadas de investigación anteriormente eran usadas para indagar en casos de crimen organizado, pero ahora también son utilizadas en casos de feminicidios.

La fiscal también explicó que existe un protocolo para catalogar el asesinato de una mujer como feminicidio. Ese instrumento también detalla cómo debe ser el manejo del cuerpo de la mujer para evitar que se pierda la evidencia. Los investigadores fiscales también solicitan al juez de turno, si el caso lo amerita, la intervención corporal de fluidos y la realización de hisopados vaginales, nasales y bucales, para recolectar muestras.

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Después de que Susan fue trasladada al hospital y mientras Fredy controlaba a Edwin para que no escapara, Cristina recogió el cuchillo con que fue apuñalada su madre Susan. 

“¡Soltá eso!”, le gritó Fátima, una de sus tías. Ese, era el mismo cuchillo de cocina que buscó toda la semana. “El cuchillo era recto con la punta ovalada. Era puntudito y cabal tenía el gran filo”, detalló Fátima y agregó que no tenía el mango, solo la hoja afilada. “O sea que él había pensado todo esto”, concluyó Marvin, sobre la premeditación con que Edwin pudo haber actuado. 

En el hospital Zacamil, a las 3:05 de la madrugada, un médico salió para hacerse cargo de la emergencia. Se subió al vehículo policial y luego hizo el procedimiento básico para verificar el pulso de Susan. 

“Lo siento, ya no se puede hacer nada. Ya está muerta”, lamentó.

Edwin Alexander López, antes de la audiencia inicial en el Juzgado Segundo de Paz de Mejicanos. Foto/Emerson Flores

Tres días después del crimen, el 1 de mayo, la Fiscalía acusó a Edwin por el delito de Feminicidio Agravado en contra de Susan. La acusación la hizo en el juzgado Segundo de Paz de Mejicanos. Ese delito está tipificado y sancionado en el artículo 45 de la Leiv, en relación con el artículo 129 del Código Penal. La pena, si el sistema judicial decide condenar a Edwin, es de 30 a 50 años de prisión. 

La audiencia inicial fue el siguiente día, a las 10:00 a. m. El juez de paz decretó que el caso tenía todo lo necesario para continuar en la siguiente fase del proceso judicial y por eso decidió enviar a Edwin a instrucción con detención provisional.

 “Causó lesiones con un arma blanca, en este caso con un cuchillo, en zona vital del cuerpo de la víctima (…) Causó heridas a la altura del cuello, lo que generó una hemorragia masiva en la señora, provocando la muerte”, declaró la fiscal del caso al salir de la audiencia inicial.

La fiscal también solicitó la pena máxima y explicó que la agravante del delito radica en que sucedió en presencia de sus dos hijos.

Lo que más impresionó a Fredy, en la audiencia, fue cuando escuchó que Edwin “sabía cómo matarla rápido, no era alguien que desconocía, sabía dónde (apuñalarla)”.

Edwin Alexander López guarda prisión provisional por feminicidio agravado en contra de su compañera de vida, Susan Regalado, por orden del Juez Segundo de Paz de Mejicanos. El Juez dijo encontrar suficientes evidencias para que el acusado permanezca en prisión mientras continúan las investigaciones. Foto/Emerson Flores

Un gobierno con un análisis limitado

“Si defendieran a las mujeres (las organizaciones defensoras de derechos humanos), estarían contentas de que se han reducido un 61 % de los feminicidios”, afirmó en cadena nacional de radio y televisión, el presidente Nayib Bukele, el 4 de junio. 

Las organizaciones defensoras de los derechos de las mujeres han reconocido la disminución de los feminicidios en el país, que el Gobierno adjudica a su plan Control Territorial, cuyo contenido nadie conoce, ni siquiera la Procuraduría de Derechos Humanos de El Salvador (PDDH).

Lo que el mandatario omite en su narrativa oficial, entre otros puntos, es analizar la violencia en el contexto del confinamiento forzoso para prevenir la COVID-19. Las organizaciones han denunciado que la cuarentena domiciliar condenó a muchas mujeres a vivir encerradas con sus agresores y que el Gobierno, a través del Instituto Salvadoreño para el Desarrollo de la Mujer (Isdemu), nunca impulsó un plan para enfrentar la emergencia con un enfoque de género, tal como establece el artículo 13 y 22 de la Leiv. 

“El lugar de mayor riesgo, y lo ha evidenciado esta pandemia, ha sido el hogar. Y eso sigue sin alterarse”, argumentó la coordinadora del Programa por una Vida sin Violencia de Ormusa, Silvia Juárez. Añadió que muchos de estos crímenes son cometidos por las parejas de las víctimas, según monitoreos de prensa escrita y digital registrados en el Observatorio de Violencia de la organización, que también registra un aumento del 70 % de violencia. Este último dato tiene como fuente las comunicaciones recibidas por el Centro de Atención Legal en su informe más reciente. 

Reducción de las denuncias 

En contraste con el aumento de la violencia registrado por Ormusa, la subinspectora Dina Fuentes, encargada de la Unidad Institucional de Atención Especializada a las Mujeres en Situación de Violencia de la Oficina de Denuncia y Atención Ciudadana (Unimujer-Odac), de la jurisdicción de San Salvador, dijo a GatoEncerrado que las denuncias de violencia contra mujeres disminuyeron. La razón fue el fenómeno de la cuarentena, porque las mujeres tienen más obstáculos para denunciar, pero esto no significa que las mujeres no sufrieron violencia durante el encierro, admitió. 

De acuerdo al consolidado de atenciones, los números fueron decreciendo. En febrero se recibieron 69, mientras que en marzo, mes en el que se consolidó la cuarentena, hubo 54 y 12 hasta abril. 

La subinspectora explicó que toda violencia contra la mujer contemplada en la Leiv es delito y perseguible de oficio, pero que el proceso no termina con la detención del agresor. “La víctima no solo es víctima porque se haya cometido un hecho delictivo en su contra, es víctima porque hay muchas cosas en ella qué reparar”, indicó. 

Cuando las mujeres que sufren violencia no tienen un lugar para refugiarse, la oficina especializada de la PNC brinda alojamiento, en teoría, por 24 horas. La unidad no cuenta con fondos propios, así que el personal brinda de sus propios recursos para dar alimentación a la usuarias. Si necesitan permanecer por más tiempo, solicitan apoyo a Isdemu, que tiene un albergue.

Este año, Cristina se graduará de segundo año de bachillerato, pero no tendrá a su madre ni a su padre para verla. Aún así, la familia asegura que cumplirá el sueño de Susan, de celebrar su logro con una acción de gracias en la iglesia a la que asisten. Aunque Fredy es el tutor legal de los menores de edad, toda la familia manifiesta ser la responsable de su futuro. Cristina sueña con finalizar su estudio para dedicarse a trabajar y cuidar de su hermano, pero sus parientes insisten en que estudie una carrera universitaria. El niño está en cuarto grado y quiere seguir el negocio de panadería de su madre.

“Ahorita tendríamos que haber tenido de primera mano a Isdemu, por (su deber en) la protección a la mujer”, reclamó Marvin Regalado. Pero ni el Isdmu ni el Consejo Nacional de la Niñez y de la Adolescencia (CONNA) han aparecido para ayudar en este caso.

La Ley de Protección Integral de la Niñez y la Adolescencia (Lepina), en el artículo 155, establece que los Comités Locales de Derechos de la Niñez y de la Adolescencia, en el ámbito local, deben “vigilar la calidad de los servicios públicos que se presten a las niñas, niños y adolescentes”. 

La ausencia de Isdemu no es solo en este caso, sino algo que se ha generalizado en el país. La Comisión de la Mujer de la Asamblea Legislativa, por ejemplo, ha intentado sin éxito reunirse con Isdemu. La comisión invitó a representantes de esa institución a una reunión de trabajo urgente para el jueves 23 de abril, para verificar lo establecido en la Leiv. Pero, Isdemu se limitó a responder que las diputadas debían informar con cinco días hábiles la invitación: “ya que debido a las actividades propias de nuestra competencia, dentro de la atención de la emergencia por la pandemia del COVID-19, no es posible asistir a la convocatoria en la fecha señalada”.

Isdemu envió esta carta a la Comisión de la Mujer de la Asamblea Legislativa para informar que no asistiría a la convocatoria.

La Comisión de la Mujer volvió a convocar al Isdemu el 4 de mayo, pero las representantes de esa institución tampoco asistieron. 

Dina Argueta, diputada del partido FMLN en la comisión, dijo a GatoEncerrado que “no es posible que, a estas alturas, sigan matando a más mujeres y nadie diga nada. El Gobierno no dice nada”, señaló. 

Karla Hernández, diputada de Arena en la Comisión de la Mujer, aseguró a esta revista que, al menos, la oficina de Isdemu en el departamento de la Libertad sí está trabajando. Según informó la encargada de esa institución a la diputada Hernández, la violencia que más predomina es la psicológica y la física. Atienden vía telefónica a mujeres víctimas de violencia por razón de género las 24 horas y están en coordinación con la oficina especializada de la Procuraduría General de la República. También han apoyado con canastas solidarias. Pero nada de esto bajo un plan estratégico nacional. 

GatoEncerrado ha tratado de entender el silencio del Isdemu, pero no ha sido posible. La oficina de comunicaciones de esa institución dijo, el 20 de abril, que harían “las gestiones correspondientes, pero las entrevista se hacen a través de la oficina de prensa  de CAPRES (Casa Presidencial)”. El lunes 8 de junio, GatoEncerrado intentó nuevamente gestionar una entrevista con Isdemu, pero la jefa de comunicaciones, Maritza Zelaya, respondió que haría las gestiones, “pero toda solicitud de entrevista se hace a través de la Secretaría de Prensa, con el señor Sanabria”, repitió.

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Después de escuchar al doctor cuando confirmó la muerte de Susan, afuera del hospital Zacamil, Marvin Regalado se acercó al cuerpo de su hermana y miró al cielo, sin saber qué hacer.“Esto solo es un sueño”, masculló, como quien se niega a aceptar la realidad.

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Condena

Un año y medio después del asesinato de Susan Regalado, Edwin Alexander López Rivas fue condenado a 40 años de prisión, por feminicidio agravado. La pena máxima por cometer este delito es de 50 años, según el artículo 45 de la Leiv, en relación al artículo 129 del Código Penal. La condena fue impuesta por el Juzgado Especializado de Sentencia para una Vida Libre de Violencia y Discriminación para las Mujeres de San Salvador. A pesar de que “a última hora” la Fiscalía recabó las pruebas necesarias, Fredy Regalado se encuentra satisfecho con la resolución, y los niños “gracias a Dios, superando” la trágica pérdida de su madre.**

*Cristina es un nombre ficticio para identificar a la menor de edad.

**Esta nota fue actualizada el 21 de octubre de 2021.

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