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Textos desde la academia

Momento en el que George Floyd, un afroestadounidense, es asfixiado por un oficial en Minneapolis.

George Floyd, el racismo y las pandemias

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José Alfredo Ramírez Fuentes

Licenciado en Historia por la Universidad de El Salvador (2008). Maestría en Historia por la Universidad de Indiana, Estados Unidos (2012). Entre sus intereses principales de investigación se encuentran las temáticas relacionadas a la diáspora africana en Centroamérica y El Salvador, el anticomunismo y la historia cultural. Actualmente es el coordinador de la Licenciatura en Historia en la Universidad de El Salvador, desde donde impulsa varios proyectos relacionados a la historia y la gestión cultural en general.

Por José Alfredo Ramírez Fuentes*

La escena: el edificio de la estación de policía de Minneapolis arde en llamas como en una película. Las escenas son terribles e impactantes a la vez: automóviles incendiados, negocios saqueados, restaurantes en llamas, la situación totalmente fuera de control; aunque todo empezó como una protesta pacífica. Lo importante, sin embargo, no son las protestas y saqueos, sino el evento que dio inicio a todas estas acciones.      

Actualmente todos los medios y gobiernos están hablando del COVID-19, pero los eventos del 25 de mayo recién pasado nos recuerdan de una pandemia más larga y silenciosa: el racismo y la discriminación. George Floyd un afrodescendiente residente de Minneapolis, Estados Unidos, fue detenido el 25 de mayo de 2020 por cuatro policías, quienes después de esposarlo, lo obligaron a ponerse boca abajo en la calle, mientras uno ellos se arrodilló sobre su cuello por más de 8 minutos, causándole la muerte por asfixia. ¿Por qué el abogado de la familia de Floyd habla de una pandemia al referirse al racismo, como si fuese una enfermedad? ¿Existe racismo en El Salvador? 

Floyd no es el primer afrodescendiente víctima de brutalidad policial; sin embargo, es su caso el que ha hecho explotar una serie de protestas bajo las mascarillas en todos los Estados Unidos. Hace unas décadas ocurrió una escena muy similar a esta, un hombre afrodescendiente fue golpeado brutalmente por cuatro policías blancos, pero la víctima sobrevivió, su nombre era Rodney King. Esto sucedió el 3 de marzo de 1991 y se volvió el caso más sonado de brutalidad policial filmado en video. El caso de King llegó a la corte y un año después de los eventos, el jurado encontró inocentes a los oficiales de policía acusados de abusar de su poder. Ese veredicto al igual que el asesinato de George Floyd— llevó a severas protestas, conocidas como los “Motines de Los Ángeles”.

En 1992, ante el fallo injusto del jurado de Los Ángeles, las protestas se convirtieron en saqueos, incendios, golpizas e incluso asesinatos por 6 días, dejando un saldo de 52 muertes, 2,383 lesionados, más de 16,000 arrestos y daños por más de $800 millones para la ciudad y sus residentes. Las protestas fueron concretamente contra la fuerza policial, al igual que está sucediendo ahora en Minneapolis y en todos los Estados Unidos.

Entre los terribles hechos que llevaron a la muerte de George Floyd esta semana, y la brutal golpiza en contra de King, en 1991, han transcurrido 29 años de distancia; pero como la historia es aleccionadora y misteriosa, nos permite saltar otros 25 años al pasado, a 1965. El 11 de agosto de ese año, un oficial de policía de la ciudad de Los Ángeles detuvo en la carretera a Marquette Frye, un chofer afroamericano, acusándolo de manejar ebrio. No se conocen con exactitud los detalles que siguieron a esta detención, pero se sabe que un grupo de más de 200 personas se reunieron alrededor de la escena, mientras más policías se sumaban, dando paso a más arrestos. Cuando las patrullas se alejaban con los detenidos, los protestantes arrojaron piedras a los autos iniciando un periodo de 5 días de desordenes, incendios y motines que dejaron como resultado 34 muertes, más de 1,000 lesionados, más de 4,000 arrestos y pérdidas para la ciudad de Los Ángeles por alrededor de $40 millones de dólares. Estos eventos son conocidos hoy en día como los “Motines de Watts”, por el nombre del vecindario de Los Ángeles donde sucedieron los eventos. 

¿Por qué parece que esta historia se repite una y otra vez cada veinte y tantos años? Pues la respuesta es simple y compleja a la vez. La razón de fondo de estos eventos que involucran a ciudadanos afroamericanos y a la fuerza policial blanca es el racismo; y la respuesta ante lo que se entiende como una injusticia es la protesta de calle, que degenera en motines. Para entender esta reflexión es importante ver las causas de los motines de Watts, pues ese evento es el más lejano a nuestra realidad actual. Según la prensa blanca de la época, los motines respondieron a la falta de respeto a los derechos sociales, que llevó a la ruptura de la ley y el orden; así como la incapacidad de las autoridades para controlar los desórdenes. La prensa afroamericana, por su lado, señaló como causa de los eventos el racismo y la brutalidad policial, que se hacían acompañar de la indiferencia de los blancos por los problemas de la población afroamericana. La historia parece darles la razón a estos últimos al recordar pasajes terribles vividos por las comunidades afroamericanas en Estados Unidos.

Si regresamos aún más en el tiempo, llegaríamos a las leyes “Jim Crow” que se establecieron por los gobiernos estatales y locales para legalizar la segregación racial en espacios públicos. Esas mismas leyes fueron las que llevaron a terribles linchamientos de afroamericanos a finales del siglo XIX y principios del XX, mostrando que el racismo era muy fuerte aún después de decretada la abolición de la esclavitud en 1865, al finalizar la Guerra Civil Estadounidense. Es así como la esclavitud fue una realidad que sobrevivió del periodo colonial al republicano, no solo en Estados Unidos, sino en todo el continente americano. 

Pero, ¿por qué el odio contra los afrodescendientes? No es una herencia de los tiempos de la esclavitud, tampoco es la exclusión social que han sufrido los afrodescendientes en toda América. No se puede seguir victimizando o romantizando los logros de los derechos civiles y humanos. El problema real es la ideología de la supremacía blanca, nacida del imperialismo europeo caucásico, quienes creen que han dominado el mundo por 500 años desde que se dieron cuenta que este continente existía.   

Ese eurocentrismo se ha expresado como racismo en El Salvador y América Latina a través de la negación de la raíz africana. Es decir, no solo discriminamos, sino que negamos la mera existencia de nuestra herencia africana. América Latina recibió muchos más africanos esclavizados que las trece colonias; sin embargo, la historia de esos afrodescendientes en nuestros países ha sido muy diferente. En El Salvador se sigue negando la herencia africana, asegurando que nuestros ascendientes fueron indígenas o españoles, pero no “negros”. El racismo salvadoreño se esconde detrás de burlas risas, “cariños” o frases como “mejorar la raza”. No sigamos siendo ciegos al color, pues eso lleva a justificar acciones inhumanas. No solo Frye, King y Floyd han sido víctimas de violencia y exceso de fuerza por parte de las autoridades, en América Latina y El Salvador tenemos una larga historia de autoritarismo y brutalidad policial y militar. Hoy vemos las reacciones reflejadas en acciones de calle. 

Esta reflexión no tiene por objetivo llamar a la violencia, sino a tomar conciencia sobre los eventos de Minneapolis y lo que nos dice sobre nosotros mismos: la exclusión social, la pobreza, la falta de acceso a la educación y la salud —sobre todo acceso a la salud en medio de la pandemia— nos debería hacer empáticos con George Floyd y la terrible muerte que ha sufrido. Como dicen los protestantes: Black Lives Matter (Las vidas negras importan) y la pandemia nos recuerda: todas las vidas importan.

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José Alfredo Ramírez Fuentes

Licenciado en Historia por la Universidad de El Salvador (2008). Maestría en Historia por la Universidad de Indiana, Estados Unidos (2012). Entre sus intereses principales de investigación se encuentran las temáticas relacionadas a la diáspora africana en Centroamérica y El Salvador, el anticomunismo y la historia cultural. Actualmente es el coordinador de la Licenciatura en Historia en la Universidad de El Salvador, desde donde impulsa varios proyectos relacionados a la historia y la gestión cultural en general.

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