El feminicida, dice El Salvador, es un psicópata, un enfermo, un no-nosotrxs, una excepción en su violencia que resulta condenable, y muy apenas, solo cuando hay un cadáver enfrente y no antes, no durante los jalones, las revisadas del celular, los comentarios denigrantes y la forma tan virulenta en que los hombres hablan entre sí, cuando están a solas, sobre las mujeres.
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