El discurso de las administraciones gubernamentales de El Salvador ha pasado de hablar sobre las maras con misticismo a entregarles por lo bajo las riendas mismas del control fáctico sobre los territorios, las comunidades, las fosas como en las que está mi tía la muerta. De los grupúsculos de descripciones casi folclóricas a instituciones robustas alimentadas y sostenidas por la miseria y el quebranto de la convivencia social.
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