Heber es un sobreviviente. Aún recuerda, por ejemplo, las noches cuando regresaba a su casa y fingía entrar para irse por otra vereda, a esconderse a las montañas. Recuerda que una de esas noches de guinda (en salvadoreño: huida a toda prisa), se enteró de que su hogar fue ametrallado, con sus padres en el interior y el alivio que sintió cuando supo que ellos estaban a salvo, y al mismo tiempo el miedo.
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